Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Guerra al azúcar

Tengo un amigo que desde hace algo más de un año cortó radicalmente el consumo de azúcar, ese "veneno" lo llama. De no privarse de pasteles, mermeladas y tartas cuando le apetecía -luego lo quemaba todo haciendo deporte-, pasó a "estar limpio", dice él, aunque reconoce pequeñas recaídas. Emplea expresiones de toxicómano en rehabilitación, y no va desencaminado. Y es que desde hace un tiempo para acá al azúcar se lo considera una droga: la "droga del siglo XXI".

Varios y acreditados estudios así lo señalan, mientras se cuentan a pares los cocineros, nutricionistas y personajes conocidos que han emprendido una campaña contra ese dulce alimento que, según los expertos, puede llegar a ser tan adictivo como la cocaína. Por ejemplo, el popular chef inglés Jaimie Oliver está entregado a una campaña contra los refrescos y ha llegado a comparar el azúcar con el tabaco por sus efectos en la salud pública: en su documental cifra en 700 las amputaciones anuales en el Reino Unido a causa de la diabetes. La mujer del presidente de EE UU, Michelle Obama, es otra dispuesta a borrar del mapa las bebidas azucaradas y la bollería del menú de los más pequeños de un país en el que cada ciudadano consume de media unas 31 cucharadas al día -muy por encima de lo recomendado por la Organización Mundial de la Salud (OMS) de 6- y la obesidad infantil va camino de convertirse en un problema de Estado. De hecho, en la última "Dietary Guidelines for Americans" -una especie de guía anual de cómo alimentarse de forma sana- la necesidad de eliminar o frenar los azúcares es uno de los principales mensajes.

La guerra contra el azúcar (el añadido, se entiende, no el que está naturalmente en los alimentos) está declarada. Reino Unido anunció el pasado abril un impuesto para 2018 que gravará las bebidas azucaradas con más de 5 gramos por cada 100 miligramos. Los británicos siguen a los daneses, franceses, húngaros o algunos estados de EE UU, que ya aplican la tasa. En España, sin impuesto de momento y con un consumo también alto de 17 cucharillas al día, proliferan las campañas en los colegios para que los niños hinquen el diente a la fruta en los recreos y al postre, y olviden los pastelitos.

A la hora de enumerar los daños que provoca el azúcar, la diabetes es sólo uno de ellos. Aumento de peso y problemas cardíacos figuran como otros de sus inconvenientes, así como el citado de la adicción, aunque esto está ahora en pleno debate: mientras unos sostienen que el exceso de consumo aumenta los niveles de dopamina (sustancia que controla los centros de placer del cerebro), al igual que actúa el tabaco o la cocaína, lo que lleva a tomar más y más para mantener esas cotas de bienestar (Selena Barlett, Universidad de Tecnología de Brisbane, Australia), otros opinan que no es tanto la adicción como el "enganche" a su sabor agradable, es decir, que a nadie le amarga un dulce.

Sea lo que sea, lo cierto es que apartarse del azúcar no es fácil. Puestos a ello, siempre se puede echar mano de consejos, como los de Ellie Krieger, nutricionista americana y colaboradora de "The Washington Post": fijar un límite diario y consumir con responsabilidad, al igual que el alcohol, mirando y remirando las etiquetas de los alimentos; buscar sustitutos naturales como la miel o usar edulcorantes, y decantarse por los dulces caseros en vez de prefabricados; saciar las ganas con fruta; tener trucos para superar la adicción, como por ejemplo meter en una hucha el dinero ahorrado en comprar golosinas, helados..., al igual que se hace cuando se deja de fumar; y, si no hay manera, pues acudir a un profesional para superar ese "enganche".

Sólo basta mirar a los beneficios de "estar limpio" de azúcar para animarse a modificar los hábitos de alimentación: se retrasa el envejecimiento, se incrementa la quema de calorías diarias, se mejora el estado de ánimo (eso de atiborrarse a dulces para estar contento es una falacia, advierten) y la salud mental, se duerme mejor, se rebaja el número de enfermedades a padecer y desaparecen las bajadas repentinas de energía ("necesito azúcar para espabilar" es otra mentira extendida, pues a la larga no funciona).

Es la moda, dirán algunos, y ahora le ha tocado al azúcar ser el malo de la película, como otras veces ha pasado con el café o el aceite, por nombrar algunos alimentos que en algún momento han estado en la picota. Moda o no, lo cierto es que la necesidad de eliminar o reducir drásticamente los azúcares añadidos de las dietas es algo que pone de acuerdo a cocineros, nutricionistas y gobiernos de medio mundo.

Compartir el artículo

stats