Cuando trabajaba con los profesionales sanitarios en la búsqueda de la mejor forma de abordar la depresión y la ansiedad, dos de las alteraciones emocionales más frecuentes, con el fin de crear una guía que estuviera basada en la ciencia y a la vez recogiera la cultura asistencial local, me encontré con un dilema que no estoy seguro de haber resuelto correctamente. Comprobé entonces que la mayoría de los psiquiatras habían renunciado a la terapia psicológica, más interesados en las modificaciones bioquímicas que se pudieran conseguir mediante fármacos. Existen buenos medicamentos que han probado su eficacia en estas dos alteraciones. Sin embargo, precisamente para ella se ha podido demostrar que la terapia psicológica puede tener tan buenos resultados o incluso mejores a largo plazo. Pero no cualquier terapia, solamente hay pruebas sólidas para una de ellas, la llamada cognitiva conductual. Las agencias evaluadoras de las tecnologías sanitarias más exigentes consideran que esta es una excelente opción para tratar tanto la ansiedad como la depresión. El problema que se planteaba es que en nuestro medio los psicólogos prefieren otras formas de terapia con las que aseguran que tienen buenos resultados pero que no han sido sometidos a un análisis tan exhaustivo como la cognitiva conductual. Recomendar una terapia que rechazan los profesionales habría sido una propuesta fallida. La solución fue decir que la terapia cognitiva conductual es la opción más evaluada y recomendada y a la vez dejar la puerta abierta para las alternativas que estuvieran más arraigadas y a la vez tuvieran un fundamento científico más sólido.

La ventaja, desde el punto de vista de la evaluación, de la terapia cognitiva conductual es que está muy estructurada, tan es así que se puede hacer por ordenador. En las otras hay mucha variabilidad entre profesionales e incluso dentro del mismo profesional. Dicho simplemente, el objetivo de la terapia cognitivo conductual es cambiar la forma como uno piensa o se comporta acerca de algo. Se lucha contra los pensamientos y sentimientos negativos que se considera nos pueden atrapar en un círculo vicioso. Para abordar el problema que causa la alteración emocional se procede a su descomposición en cinco áreas: situación, pensamientos, sentimiento, sensaciones físicas y acciones. Todas ellas están interconectados. Por ejemplo, la manera en cómo se piensa acerca de una situación concreta (un miedo, una obsesión..) puede afectar a cómo se siente, tanto emocional como físicamente lo que influye en cómo se responde, en cómo se actúa. Una característica importante de la terapia cognitiva conductual, que me recuerda las recomendaciones de Bertrand Russell para encontrar la felicidad, es que no explora el pasado buscando causas y culpas: se centra en los problemas presentes, en cómo se piensa y actúa.

Sin entrar en más detalles, quiero añadir el insomnio a la lista d e trastornos de la conducta o de las emociones que son susceptibles de ser tratados con esta modalidad de terapia tal como demuestran numerosos estudios.

No me atrevo a decir que el descanso y sueño sea uno de los pilares de la promoción de la salud junto con la dieta, el ejercicio ,el control del peso y el uso moderado de alcohol. Me refiero a su relación con la salud física, porque que dormir mal afecta al bienestar creo que no hace falta demostrarlo. De cualquier forma, dada la frecuencia de este trastorno, contar con una buena terapia es importante.

La terapia cognitivo conductual a pesar de estar muy estructurada tiene que adaptarse a cada persona y sus circunstancias, pueden necesitarse de 5 a 20 sesiones de 30 a 60 minutos. Si el sistema sanitario quisiera ofrecer este tratamiento para el insomnio y lo aceptara el 50% de los que lo padecen, en una población de un millón de habitantes serían candidatos unas 50000 personas. A esto habría que añadir las depresiones, ansiedades. Ningún sistema podría soportar una demanda así. De ahí el éxito de los tratamientos farmacológicos. Pero hay una alternativa probada: es la terapia cognitivo conductual por ordenador. Hay pruebas de que funciona, de hecho, para ansiedad y depresión el sistema de salud británico lo ofrece porque su agencia de tecnología, NICE, lo evaluó positivamente. También funciona la terapia por ordenador para el insomnio. No es que la ganancia sea extraordinaria, una revisión sistemática de este año encuentra que en la media se ganan 20 minutos de sueño, además de mejorar la calidad de este y del índice de depresión e insomnio. Una mejoría que no es menor que la de la terapia individual y que se mantiene varias semanas. Ante estos resultados los autores se atreven a recomendar que una agencia como la OMS albergue un servidor desde el que se ofrezca esta modalidad de terapia a todo el mundo dada la dimensión del problema y la eficacia demostrada: Es el momento de informar al público sobre su disponibilidad y buscar formas de proveerla, concluyen.