Las enfermedades neurodegenerativas como el alzhéimer, párkinson, huntington o ELA suponen un problema de salud pública muy importante, con un elevado coste, y a día de hoy no existen fármacos que las curen, en gran parte porque «aún no entendemos las causas moleculares que están detrás de las mismas».

Así lo señala el investigador español Rubén Fernández Busnadiego, que investiga en el Instituto Max Planck de Bioquímica de Alemania, quien recuerda que hoy el 16 % de los europeos tiene más de 65 años, un porcentaje que aumentará hasta el 25 en 2030.

Esto supondrá, por ejemplo, que el número de pacientes que hoy sufren la enfermedad de Alzheimer en Europa -unos siete millones- se duplique en los próximos 20 años, por lo que «es un gran problema humano para pacientes y familiares y un reto para la investigación».

Fernández -que se doctoró en Alemania, pasó luego por la Universidad de Yale (EEUU) y ahora dirige en el Max Planck desde 2013-, añade que las enfermedades neurodegenerativas tienen un coste de unos 130.000 millones de euros anuales para los europeos, recuerda que no hay opciones terapéuticas para curar ninguna de estas patologías, solo medicamentos para paliar algunos síntomas.

No obstante, hay muchos grupos científicos centrados en su investigación y cada vez tecnología más puntera.

Fernández, que acaba de ser premiado por la Federación Europea de Sociedades de Bioquímica, investiga con técnicas de vanguarda los llamados depósitos de proteínas agregadas en el cerebro, comunes en muchas de estas enfermedades.

Para que las proteínas puedan llevar a cabo sus funciones tienen que adoptar una forma determinada: pasan por un proceso de plegamiento para construir después su correcta forma tridimensional. Si la proteína no lo hace, dejará de realizar su función.

En las células sanas hay mecanismos de «control de calidad celular» que deshacen las proteínas no funcionales y las reciclan en aminoácidos para construir nuevas, pero en las enfermedades neurodegenerativas «algo falla»: hay proteínas que no alcanzan su forma tridimensional y no hay una vía para echarlas de las células.

Estas proteínas que no sirven, forman depósitos de proteínas agregadas, comunes y similares en enfermedades como alzhéimer, párkinson o huntington. Al principio se pensó que esta era la causa de las patologías, hipótesis que luego no resultó tan clara, detalla Fernández, quien añade que a día de hoy sí se sabe que son muy prominentes pero no su papel exacto. Por eso, su equipo las investiga al detalle: «Queremos mantener los agregados dentro de la célula para no variar su estructura», apunta este científico: «si entendemos cómo funcionan las células ante la presencia de estos agregados de proteínas o qué procesos patológicos pueden desencadenar, quizás averigüemos cómo estos pueden llegar a causar problemas en humanos», lo que es fundamental para desarrollar nuevos fármacos.

En cuanto a la situación en España, Fernández resume: el problema de la ciencia española no es solo la falta de inversión, sino la falta de continuidad de esta, lo que es imprescindible, por ejemplo, para comprar y mantener tecnología punta, esencial a su vez para desarrollar investigación básica también de vanguardia.