La verdad es que basta echar un vistazo a nuestro alrededor para darnos cuenta de que, en lo que respecta a la forma de alimentarnos, tenemos mucho que aprender. Comemos mal y, por si fuera poco, en exceso. Porque la sustitución de la dieta mediterránea tradicional por esa otra rica en grasa animal nos ha colocado a la cabeza en Europa como los más obesos, con todas las consecuencias negativas que ello conlleva: enfermedades cardiovasculares, diabetes -en edades cada vez más tempranas-, hipertensión, aterosclerosis...

Por si fuera poco, en Asturias parece que las cosas aún marchan peor. Según datos de la Sociedad Asturiana de Medicina de Familia y Comunitaria, el Principado supera las tasas medias nacionales tanto en obesidad como en sedentarismo y son precisamente las mujeres mayores de 45 años y los niños los dos colectivos en los que la progresión del sobrepeso ha evolucionado de forma alarmante.

Por eso, desde hace varios años, los expertos en nutrición insisten en que tenemos que aprender a comer. De hecho, hablan de las dietas personalizadas que se ajusten a las necesidades de cada uno.Osea que, además de conocer el valor calórico de los alimentos, tener unos hábitos alimenticios saludables implica seguir las siguientes reglas: respetar la regularidad y los horarios en las comidas, no picar entre horas, no hacerlo nunca mirando la televisión y, desde luego, evitando por todos los medios los períodos de grandes atracones de comida seguidos por otros de dietas muy restrictivas y desequilibradas, con el único objetivo de perder kilos.

Porque lo cierto es que hoy por hoy no existen fórmulas mágicas que permitan comer todo lo que nos dé la gana y eliminarlo como si nada hubiera pasado. O sea, que si queremos rebajar las escalofriantes cifras que apuntan a que en la actualidad casi la mitad de los españoles sufre sobrepeso y el 16,1% de los niños de 6 a 12 años de edad es obeso, no nos queda otro remedio que incrementar la actividad física y mejorar los hábitos alimenticios, volviendo a la saludable dieta mediterránea, rica en verduras, legumbres, fruta, pescado, con baja ingesta de azúcares y un consumo prácticamente nulo de alimentos preparados comercialmente. En caso contrario, irremediablemente, tendremos que pagar las consecuencias del exceso de nutrición y grasa, que nos convertirán en seres gordos, mal alimentados y, por si fuera poco, con predisposición a padecer un sinfín de enfermedades.