­Fue en BlizzCon „la conferencia sobre videojuegos que anualmente celebra la compañía Blizzard en Los Ángeles„ en el año 2011 cuando un servidor se dio cuenta de que el mundo de los videojuegos iba camino de convertirse en algo mucho más poderoso e importante que un mero entretenimiento. Allí, en Los Ángeles, en un auditorio repleto hasta la bandera, miles de personas estaban atentas a las finales mundiales del aclamado Starcraft. Como si de una final del mundial de fútbol se tratara, los vítores, aplausos y gritos de emoción retumbaban en un repleto Anaheim Convention Center en el que, en lugar de un partido de fútbol o de la NBA se disputaba un título de videojuegos. Nada más y nada menos.

Tan sólo unos años después los eSports o deportes electrónicos se han convertido en un fenómeno de masas que amenaza incluso a los más importantes deportes del planeta. Según Newzoo, las audiencias globales de los eSports alcanzarán este año los 256 millones de espectadores en el mundo, y el crecimiento anual previsto está por encima del 10 %.

La explosión de plataformas audiovisuales en línea como YouTube o Twitch ha tenido mucha culpa de la expansión de los eSports, y gracias a ello numerosas multinacionales han visto un filón en el que millones de jóvenes se fijan a diario. Jugadores que son millonarias estrellas del videojuego, con numerosos patrocinadores, son el espejo en el que se miran aquellos que quieren dedicarse profesionalmente a un entretenimiento que ya es todo un deporte.

Intel, Samsung, RedBull, El Corte Inglés, Carrefour, y por supuesto Microsoft y Sony, a través de Xbox y PlayStation respectivamente, están apostando con intensidad „y mucho dinero„ por los eSports, ya sea creando equipos, ligas o patrocinando eventos.

En menos de lo que nos imaginamos los deportes electrónicos tendrán la importancia que hoy tienen la NBA o la F1. ¿El motivo? Que por primera vez cualquiera va a poder triunfar en un deporte, independientemente de su condición física. Sólo harán falta trabajo y esfuerzo.