Iniciamos hoy una serie de reportajes en los que nos transportaremos a las sedes centrales de algunas de las más importantes empresas tecnológicas del planeta. La actualidad obliga a que el primer cuartel general de esta colección de reportajes sea el de Apple, un edificio único que, pese a no haber sido inaugurado de forma oficial, ya está funcionando a pleno rendimiento.

La primera semana de julio de 2011 tuve la suerte de realizar una de las más apasionantes entrevistas que he realizado a lo largo de mi carrera. El lugar era el cuartel general de Intel en Santa Clara, California, y los protagonistas, los siete españoles que trabajaban en aquel momento en el laboratorio de fotónica de la compañía estadounidense, un lugar que podríamos definir como la NBA del desarrollo tecnológico mundial.

Aprovechando que estaba allí, no podía dejar de visitar una de las cunas de la tecnología moderna: la sede central de Apple, el famoso Infinite Loop. De aquel círculo prodigioso habían salido algunas de las más disruptoras tecnologías de consumo de la historia moderna. El Macintosh, el iPod y el iPhone habían surgido del genio de Steve Jobs, pero se habían concebido entre las paredes de ese santuario tecnológico.

Aquella tarde del 7 de julio de 2011, mientras paseaba por el campus de Apple y gastaba mis ahorros en su tienda más icónica, la del 1 de Infinite Loop, no podía imaginar ni por asomo que a tan solo unos minutos de donde me encontraba, en el ayuntamiento de Cupertino, Steve Jobs estaba presentando en una vista pública y ante el consistorio municipal de la ciudad un ambicioso proyecto para construir el futuro emblema de la compañía, un original edificio denominado Apple Park. La casualidad quiso que lo viviera a través de un televisor.

Durante diez minutos, el deteriorado consejero delegado de Apple, desgranó uno de los proyectos arquitectónicos más ambiciosos que jamás se habían visto en la que sería su última aparición pública. La presentación, escrupulosamente precisa y dictada al milímetro por un Jobs acostumbrado a lidiar con actuaciones ante la prensa de todo el mundo, mostraba cómo una parcela comprada unos años antes se iba a convertir en todo un símbolo para la ciudad. "Creo que tenemos la oportunidad de construir el mejor edificio de oficinas del mundo" afirmó Jobs. Posiblemente no se equivocaba. Y su ubicación no iba a ser elegida al azar.

El solar sobre el que se iba a construir el nuevo campus de Apple, y que fue adquirido por 160 millones de dólares, era parte de otro icónico campus, el de Hewlett Packard, una de las compañías que dio origen al famoso valle del silicio, y que también tuvo gran importancia en la vida de Steve Jobs.

A la edad de 12 años, el joven Jobs quiso construir un frecuenciómetro cuyos componentes no tenía. Ni corto ni perezoso, el pequeño Steve consiguió, tal y como cuenta en su propia biografía, el teléfono de Bill Hewlett, cofundador y consejero delegado en aquella época de Hewlett Packard. Tras una charla de 20 minutos, Hewlett accedió a enviarle a Jobs las piezas necesarias, además de ofrecerle un trabajo de verano en la compañía. Fue su primer trabajo, y ensamblando frecuenciómetros precisamente. Aunque como luego reconocería Jobs en una entrevista en Playboy en 1985, "decir que ensamblaba es decir mucho. Tan solo apretaba tornillos".

El proyecto del Apple Park que Jobs presentó en 2011 tenía varias claves, entre las que destacaba, más allá de su diseño circular, el aumento considerable de zonas verdes y la radical eliminación de espacio para aparcamientos así como la huella de las construcciones. De esta forma, un área que apenas tenía un 20% de zonas verdes iba a transformarse por completo al albergar el curioso edificio circular con forma de platillo volante, pasando a tener además un 80% de su extensión sembrada con zonas arboladas o ajardinadas. Los 3.700 árboles existentes en 2011 en esa zona de la población californiana son a día de hoy más de 9.000, una cifra que ni el mismísimo Jobs acertó a concretar en su presentación, ya que en el proyecto inicial iban a ser 6.000, según las diapositivas que mostró.

El 12 de septiembre de 2017 Apple abrió por primera vez las puertas de su nuevo cuartel general. Y la historia se repitió, aunque esta vez sí lo viví en primera persona.

Un edificio único

Los arquitectos con los que hemos hablado sobre el Apple Park coinciden: un edificio circular dispara los costes considerablemente. Pero eso no es un problema para la compañía de mayor capitalización bursátil del mundo. Pese a que no ha trascendido el coste del Apple Park, distintos medios anglosajones, como el Wall Street Journal, el coste del edificio se estima en 4.000 millones de euros. Si bien es cierto que la cantidad puede parecer desorbitada, no hay que olvidar que las reservas de efectivo de la compañía se calculan en unos 200.000 millones de euros, por lo que el nuevo campus no supondría más que el 2% de sus reservas en metálico.

Lo que sí se sabe es lo que pagó Apple en el pasado del Impuesto de Bienes Inmuebles: 27,5 millones de euros de IBI por el 'platillo volante', el segundo más alto de todo el condado de Santa Clara, según el informe anual de la Assessor's Office.

Una parte importante del elevado coste del edificio se debe a sus paredes de cristal curvado, las más grandes del mundo con estas características. Este vídrio único conforma todas las paredes exteriores del 'platillo volante'. De hecho, y según afirmó el mismísimo Steve Jobs durante la presentación del proyecto en 2011, "no hay ni un solo cristal recto en todo el edificio". La producción de semejantes vidrios fue tan problemática que Apple optó por la solución más práctica: comprar la empresa que los fabricaba. El conjunto de los vidrios utilizados para construir el Apple Park suman más de seis kilómetros de cristal, y ese mismo fabricante fue posteriormente el encargado de crear las gigantescas paredes de vidrio de la tienda que Apple tiene en San Francisco, en Union Square.

Robles, secuoyas y 37 variedades de árboles frutales se reparten a lo largo del casi medio millón de metros cuadrados en los que se encuentra el Apple Park. Fue uno de los deseos del propio Jobs, criado cerca de una gran zona de árboles frutales, albaricoqueros para más señas. El circular edificio de 260.000 metros cuadrados, obra del premiado genio de la arquitectura Norman Foster, empezó a construirse en 2014 con algo de retraso sobre la fecha original, aunque no fue hasta el año siguiente cuando la estructura ya dejó ver la forma que tiene a día de hoy.

Distintas demoras han obligado a que la inauguración del icónico edificio se haya aplazado hasta el punto de que no se conoce una fecha concreta para el estreno, que debía haber sido en 2015. Pese a que en abril 2017 se inició el traslado a las nuevas instalaciones de algunos de los más de 12.000 empleados que allí trabajarán, no fue hasta el pasado otoño cuando se abrió por primera vez a personas ajenas a la compañía.

El día 12 de septiembre de 2017 Apple mostraba al mundo, a través de la prensa internacional invitada, el resultado de tantos meses de trabajo. Pese a que el edificio principal es sobrevolado mensualmente por drones que graban con puntualidad británica y en 4K la evolución de las obras, la joya de la corona, el teatro Steve Jobs, era todo un secreto pese a estar situado en los aledaños del Apple Park.

Eficiencia energética

En el evento que Apple celebró en marzo de 2016, Tim Cook, consejero delegado de Apple, afirmó que la compañía había "conseguido uno de los edificios más eficientes energéticamente del mundo" y que todo el campus funcionaría "por completo con energías renovables".

Una de las principales características del Apple Park es su impresionante diseño. Como si de un platillo volante gigante se tratara, el techo circular que lo corona es la segunda instalación solar más grande del planeta en un edificio, con una potencia fotovoltaica de 17 MW. Para hacernos una idea, la energía generada por el tejado del Apple Park podría suministrar energía a casi 1900 viviendas. Y todo ello sin emisiones de ningún tipo. De hecho, el tejado solar del edificio supondrá un ahorro de 19.432 toneladas de CO2 anuales a la atmósfera.

El enorme techo fotovoltaico del Apple Park es tan solo una parte del conjunto de tecnologías que alberga el edificio para hacerlo energéticamente eficiente. El propio diseño de las instalaciones creadas por Norman Foster permiten que esta singular construcción no necesite ningún tipo de climatización artificial durante nueve meses del año debido a su sistema único de ventilación. El diseño de la estructura, en conjunción con la utilización de materiales con una alta eficiencia energética y las paredes de cristal ya mencionadas anteriormente permiten que el aire acondicionado o la calefacción solo sean necesarios durante algunas semanas del año.

Un centro de fitness de 9.200 metros cuadrados, numerosos espacios para comer tanto interiores como al aire libre, 3,2 kilómetros de senda para salir a correr, 1.000 bicicletas para desplazarse por el campus, 500 mesas de 5,5 metros cada una para trabajar en el exterior del edificio y un centro de visitantes son solo algunas de las instalaciones con las que cuenta el complejo que ya es la sede central de Apple.

Se dice que el emperador romano Augusto afirmó en su lecho de muerte que había encontrado una Roma de ladrillo y dejaba otra hecha de mármol. Steve Jobs, casi en su lecho de muerte, encontró un inerte solar de cemento y lo convirtió en su particular Coliseo de cristal y naturaleza viva.El teatro Steve Jobs: Digno homenaje a un genio con claroscuros

En el interior del Apple Park se encuentra otra proeza arquitectónica, en forma de teatro, digna de un genio como el que da nombre al edificio: Steve Jobs. La particular edificación, con capacidad para mil personas, es un diáfano y luminoso círculo de cristal de 50,3 metros de diámetro y 6 m. de altura en cuyo interior no hay ni una sola columna que sustente la cubierta.

La construcción de un edificio con estas características supuso un importante quebradero de cabeza tanto para los arquitectos como para los fabricantes de sus componentes. Al carecer de pilares que sustentasen la cubierta, los cristales que conforman su perímetro exterior debían ser de una resistencia mayor a la habitual. Pero este no iba a ser ni mucho menos el mayor de los problemas ya que la cubierta debía cumplir una característica clara e imprescindible: ser de una pieza.

Debido a la menor resistencia del cristal frente al hormigón, la cubierta tenía que construirse en un material extremadamente ligero. Eso obligó a que la única opción viable fuera la fibra de carbono. Pero la necesidad de que fuera de una única pieza por expreso deseo de Jobs obligó a construir la que es a día de hoy la pieza de fibra de carbono más grande jamás fabricada, cuyo transporte hasta Cupertino fue otro reto faraónico.

En el interior de esta magnífica creación arquitectónica, dos escaleras penetran lujuriosamente hasta sus entrañas, donde se encuentra el auditorio más lujoso en el que jamás se ha sentado este periodista tecnológico. Y es que, entre otras cosas, sus mil butacas fabricadas por la italiana Poltrona Frau costaron, según Business Insider, la friolera de 11.200 euros. Cada una. Aunque tras haber pasado unas cuantas horas ahí sentado, escribiendo diferentes artículos con motivo del lanzamiento de los iPhone X y 8, hay que decir que me parecieron realmente baratas. Nunca había trabajado más a gusto.