La semana tecnológica está siendo una de las peores que se recuerdan para el sector. A la muerte del primer peatón por atropello de un vehículo autónomo hay que añadirle uno de los mayores escándalos que se han producido desde que existen las redes sociales al destaparse que Facebook habría permitido que los datos de más de 50 millones de usuarios se filtraran con fines poco éticos.

El pasado sábado, el periódico norteamericano The New York Times y el británico The Guardian publicaban en sus páginas cómo una consultora independiente, Cambridge Analytica, había recopilado los datos de más de 50 millones de usuarios de Facebook sin el permiso de estos. Según los papeles filtrados por Christopher Wylie, analista de datos de la compañía, el objetivo de la campaña era el de influir en la intención de voto tanto en las elecciones presidenciales estadounidenses de 2016 que ganó Donald Trump como en el referéndum del Brexit del mismo año.

El uso de los datos personales en campañas electorales no es nuevo. El equipo de Barack Obama ya presumía en 2012 de utilizar las redes sociales para conseguir llegar a votantes de todo el país. Pero nunca se había hecho tan a gran escala como en esta ocasión. Y mucho menos sin el consentimiento de los propios usuarios.

A finales de la década pasada, Cambridge Analytica ya había demostrado cómo se podían predecir resultados electorales basándose en el estudio y el análisis de los datos obtenidos en las redes sociales. Era cuestión de tiempo que esas predicciones se transformaran en una clara influencia.

Poco después, la aplicación ThisIsMyDigitalLife, desarrollada por Cambridge Analytica, llegaba a Facebook. Esta app accedía tanto a los perfiles de los usuarios que daban su permiso como al de sus contactos, cuyo permiso no habían dado. Como si de un virus se tratara, los 320.000 usuarios que sí aceptaron las condiciones de uso llevaron a Cambridge Analytica a tener la información de los perfiles de más de 50 millones de usuarios.

El algoritmo creado por la consultora, junto con los millones de perfiles obtenidos, permitió de esta forma influir en la intención de voto tanto en EE UU como en Gran Bretaña.

MUERTE AUTÓNOMA

La otra gran noticia tecnológica de los últimos días ha sido la muerte por atropello de una persona en la ciudad de Tempe, en el estado norteamericano de Arizona. La noticia no tendría mayor relevancia si no fuera por el hecho de que dicho atropello es el primero realizado por un coche autónomo con un resultado de muerte.

La compañía Uber, propietaria del coche en cuestión, procedió a detener el mismo día todas las pruebas que viene realizando desde hace años con esta nueva tecnología.

El dato más relevante -y por qué no decirlo, preocupante- que suscita el primer atropello con muerte provocado por un coche autónomo es el hecho de que no son demasiados los kilómetros que acumulan estos prototipos de Uber. En septiembre de 2017, la compañía anunció que habían alcanzado los dos millones de millas recorridas -3,21 millones de kilómetros-. Poco después se ha producido el primer atropello con muerte.