Los emoticonos que utilizamos en las redes sociales ayudan a comunicarnos y a expresar sentimientos, pero también muestran rasgos de nuestra personalidad. Las personas más introvertidas, por ejemplo, son las que más los utilizan en los mensajes, y el 25% de los emojis pueden ser malinterpretados por sus receptores. Las profesoras de Psicología y de Comunicación de la UOC Eulàlia Hernández y Sílvia Sivera analizan qué se esconde detrás de estos símbolos. «A veces usamos estos rostros para distender una situación o calmar los ánimos, o simplemente para mostrar una buena sintonía con el interlocutor», explica Hernández, que añade que los emoticonos son una forma de «construirse una imagen y de controlar la comunicación».

Un estudio de la Universidad de Rochester, publicado este año, analiza la relación entre los patrones de uso de los emoticonos y la personalidad. El análisis, que partía de 1.130 millones de tuits de 352.000 usuarios, puso sobre la mesa que las personas más introvertidas son las que utilizan más emoticonos. «A las personas introvertidas les gusta más la ambigüedad y no quieren dar mensajes explícitos. Si “hablan” con emoticonos parece que no se muestran tanto. Es una forma de control de la comunicación», explica Hernández. Este mismo estudio pone de relieve que los rostros con besos o los corazones se vinculan a personas amables, o que las personas emocionalmente inestables acostumbran a utilizar rostros que denotan exageración (cara cansada, cara del revés, cara que derrama un mar de lágrimas o la de los ojos girados).

Las interpretaciones del 25% de emoticonos, sin embargo, van en el sentido inverso al que pretende el emisor. Por ejemplo el emisor puede mostrar una cara sonriente y el receptor puede creer que se burla de él. La representación de un rostro sonriente con la boca bien abierta y los ojos cerrados es el emoticono que más desacuerdo genera, según un estudio de la Universidad de Minnesota. El 44% de los participantes lo etiquetaron como negativo y el 54%, como positivo, lo que implica una clara falta de consenso. «Hay mucha ambigüedad en cómo los otros decodifican los mensajes y en este sentido es muy importante el contexto», apunta Hernández.

En esta misma línea se pronuncia la profesora de los Estudios de Ciencias de la Información y de la Comunicación de la UOC Sílvia Sivera, que destaca la importancia del contexto como un factor determinante en la comunicación. «Si el emisor o el receptor no comparten el mismo universo simbólico o códigos culturales, los mensajes pueden interpretarse mal», afirma.

Empobrecen el nivel de expresión escrita

Sivera explica que los emoticonos aportan carga emotiva a los mensajes digitales no verbales, ayudan a expresar sentimientos, estados de ánimo e intenciones con la voluntad de aumentar la complicidad con el receptor. Añade que, en las comunicaciones digitales escritas, el uso de este lenguaje figurativo tiene mucho valor porque compensa la ausencia de otros lenguajes como el corporal o el expresivo y asume las funciones del tono en los mensajes.

La experta explica que entre las principales ventajas del uso de emoticonos está el hecho de que ayudan a expresar de forma rápida y visual los sentimientos y humanizan los mensajes escritos, dotándolos de emociones e intenciones y acercándolos al lenguaje oral informal.

Entre los aspectos negativos, al margen de dar pie a interpretaciones diferentes, la profesora en comunicación dice que las emociones pueden empobrecer el nivel de expresión escrita y reducir la fluidez en otros registros comunicativos.

Evitar emoticonos cuando...

Según Sivera, existen escenarios en los que es más prudente evitar el uso de estos emoticonos. Es el caso, por ejemplo, de las situaciones en las que no conocemos al interlocutor o sabemos que pertenece a otra cultura. También se deberían evitar en situaciones como dar el pésame por un fallecimiento. «Utilizar emoticonos en este caso puede descodificarse como frívolo y poco formal», un punto de vista que no comparte Hernández: «Puede darse el pésame con un beso, pero hay que saber con quién y cuándo puede usarse, nada más».

Un recurso útil para psicólogos

Hernández ve los emoticonos como una «alternativa» a las pruebas de evaluación de la personalidad en los casos en los que pueden existir dificultades para entender el lenguaje o en casos de víctimas de abusos. También los educadores sociales o educadores familiares pueden utilizarlos como refuerzo.