Sin ser de las más cultivadas la Pinot Noir es una de las grandes uvas de la viticultura mundial. Es una vid admirada y deseada porque muchos de los vinos que se hacen con ella en Borgoña, su zona de producción originaria, son perfumados, de cuerpo medio, con sedosa estructura y evolucionan bien a lo largo del tiempo. Esta selecta vid no se adapta a cualquier parte, da lo mejor de sí en climas fríos y es capaz de dar vinos elegantemente majestuosos, pero no resulta fácil de elaborar por lo que, aunque se encuentra extendida, no es de las más habituales. Fuera de Francia podemos encontrarla en Alemania, Oregón, California, Australia, Nueva Zelanda, Argentina, Chile y Sudáfrica. La Pinot Noir es muy delicada, poco apta para climas cálidos, es frágil y tiene un carácter difícil e ingrato que enólogos de todo el mundo han pretendido dominar. Y en 2004 llegó «Entre copas» (Sideways), una película en clave de comedia trágica que la hizo aún más famosa llegando a crear una demanda desaforada de este tipo de vinos en los EEUU tras su estreno. Ahora, el viticultor José Vicente Pardo y la enóloga Amparo García, cuarta generación de viticultores y bodegueros que mantienen la tradición familiar en la población de Los Isidros, en el término de Requena, acaban de sacar al mercado un tinto joven de Pinot Noir.

En 2010 plantaron en ecológico una pequeña parcela, no llega a una hectárea, con 800 cepas de esta casta de vid, que dan poco más de un kilo de uva por cepa. El terreno es fresco, de fondo arenoso y de canto rodado a unos 700 metros de altitud, próximo a la Rambla Albosa, una de las zonas que concentra algunos de los viñedos de mejor calidad de su entorno, enmarcado en el Parque Natural de las Hoces del Cabriel. No sé hasta qué punto influirá la belleza de este paisaje en las cualidades de los vinos, pero en sus riberas existe gran diversidad de fauna y los parajes del Molino Las Ramblas, el Cocedero y las Peñas Negras son lugares con un encanto especial que merecen ser conocidos.

Los productores del vino nos confirman la dificultad de trabajar esta varietal. «Hay que estar muy pendiente de ella», nos aseguran, «en dos días se puede ir el punto de maduración, tiene un grano extremadamente pequeño y la pepita grande, por lo que enseguida se queda sin pulpa y no se puede elaborar». El Alboenea Pinot Noir de 2016 tiene un color muy abierto de capa y aromas sutiles, conviene jarrear al estar recién embotellado. Recuerda a frutas rojas como las cerezas, a plantas aromáticas, con ligeros toques ahumados típicos de la varietal, no tiene ningún contacto con maderas. Que no se busque en este vino una explosión de aromas ni un paladar contundente, es sencillo, ligero, suave, frutal y fresco, un tinto para paladares que aprecien la sutileza de un vino joven, diferente y sin complicaciones.