El movimiento que gira entorno de los alimentos de «kilómetro 0» surgió como reacción a los productos que, de forma masiva, viajan desde lugares lejanos hasta nuestros mercados. No se trata de un boicot a todo lo foráneo, lo que se pretende es que ciertos productos no sustituyan a variedades y especies autóctonas, que se reduzca la huella del carbono que deja su transporte y que la economía local se vea favorecida, sobre todo en el ámbito rural, donde las pequeñas poblaciones están sentenciadas por la despoblación. Esta filosofía encuentra su sentido en los planteamientos de los alimentos de origen ecológico y de proximidad al no necesitar conservantes y otros aditivos químicos por ser más frescos y de temporada, además de que su producción es más sostenible con el medio ambiente. Uno de los efectos inmediatos que percibimos como consumidores es que descubrimos platos, sabores y aromas de toda la vida.

Juan Antonio Domènech plantó en 1988 un pequeño viñedo con la intención de hacer vino para autoconsumo. El resultado fue bueno y al poco tiempo se animó a plantar otros dos bancales en el término de Gorga, en la comarca alicantina del Comtat. La población cuenta con alrededor de 250 habitantes, ubicada en un paisaje pintoresco, a una altitud de 545 metros al pie de la Sierra de Aitana y a solo 20 kilómetros del mar Mediterráneo, que se encarga de suavizar las temperaturas. Ahora el que se muestra entusiasmado con el proyecto es su hijo, Adrià, que ha regresado al pueblo y contempla su futuro profesional en el campo con ilusión. En Celler Gurgu hacen por el momento un total de 6.000 botellas que venden en los bares y restaurantes próximos, aunque ya tienen distribución en Valencia. En la elaboración cuentan con el reputado enólogo Modesto Francés, amigo de la familia. Trabajan con las Monastrell, Tempranillo y Cabernet Sauvignon, curiosamente ésta última es la que mejor resultado les da, pero en la pasada vendimia han incorporado la Syrah y están en busca de algún viñedo de Giró (Garnacha) que quede por la zona.

Uno de los vinos que elaboran es el «Jove de Trellat», un tinto de añada con un breve paso por barrica en el que se da protagonismo a los recuerdos frutales. El otro es el «Gurgu Selecció», con 15 meses de crianza en barricas de robles americano y francés, es de color picota, de capa media. El aroma recuerda las frutas negras maduras, es balsámico, con notas especiadas, a plantas aromáticas (tomillo) y recuerdos a tofe. En el paladar es de cuerpo medio, con taninos amables, sedoso, sabroso, con estructura. Y para comer: «minxos», en cualquiera de sus múltiples diversidades. Según la comarca se hacen al horno moruno o a la plancha, abiertos o cerrados e ilustrados con una gran variedad de ingredientes. Acompañados por un buen vino del lugar están más sabrosos.