Cuando Vicente Flors se decidió a hacer vino ya había desarrollado toda una carrera profesional que nada tenía que ver con el mundo del vino. Todavía conservaba 4,5 hectáreas de viñedo y una pequeña construcción que fue bodega, herencia familiar de cinco generaciones de viticultores y bodegueros en el término de Les Useres, en Castellón. En una cata probó unos vinos hechos como se hacían antes, revivió sensaciones enterradas en el olvido y decidió el regreso a sus orígenes para convertirse en elaborador. En poco tiempo su Clotàs Monastrell de cepas octogenarias ha convencido a propios y extraños del potencial que contiene esta comarca, en la que antaño el cultivo de la vid era una de sus principales medios de vida. Ahora acaba de sacar al mercado el segundo de sus vinos blancos, ambos de la añada de 2016.

La Macabeo es una variedad de uva blanca tradicional en Aragón, Cataluña, Valencia, en el Languedoc-Rosellón y en La Rioja, donde se la conoce como Viura, pero en las comarcas de Castellón siempre ha sido llamada Macameu. Esta varietal da vinos base muy polivalentes, con ella se pueden hacer blancos secos, espumosos e incluso vinos dulces naturales. Y debido a su buen cuerpo, estructura y a su bajo nivel de oxidasas resultan adecuados para la fermentación y crianza en barrica. «Pero es una varietal en la que hay que estar muy pendiente en la viña», afirma Flors, «si se trabaja de manera industrial se obtienen vinos neutros en aromas, pero si se está pendiente saca mucha fruta. Busco el equilibrio entre la superficie foliar y los kilos de uva, para que esté sana y equilibrada en PH, acidez y azúcares». Hace unos meses sacó su primer blanco, el joven Flor de Taronger 2016 que lleva Macameu, Gewürztraminer y Moscatel de grano menudo, un vino aromático, ligero y fresco.

Ahora, con unos meses de afinado en botella, le ha tocado el turno al Clotàs Blanc, un monovarietal de Macameu fermentado en barrica de roble en la que permanece seis meses en contacto con sus lías, sin aditivos y con levaduras ambientales, que tiene una limitada producción de quinientas cincuenta botellas. Su color es dorado y tiene buena intensidad aromática, en la que la fruta no se oculta sobre la capa de mantequilla tostada aportada por la madera, que se integrará aún más durante los próximos meses. La carga frutal es apreciable, con evocación a fruta de hueso, frutas tropicales, cítricos y flor blanca. En el paladar es untuoso, fresco, con volumen y buena acidez, vuelven los matices frutales, con un final ligeramente ahumado que le da empaque al conjunto. Un Macameu serio, que puede decir aún más cosas con unos meses en botella, capaz de combinar con platos de cierta potencia, como guisos de pescados y mariscos, canelones, algún «tombet» y pepitorias.