Algunos recordarán el arrope como uno de esos sabores de la infancia que nos traslada a la casa de nuestros abuelos, cuando nos dejaban elegir un trozo de fruta conservada en ese almíbar, en la orza, bajo una costra de azúcares cristalizados que preservan el oscuro manjar. Un aroma potente, concentrado, a compota y a caramelo quemado, imposible de borrar de nuestra memoria olfativa. A la mayoría, quizá solo les suene la palabra, un arabismo que significa «la cuarta parte», como la arroba, quizá por la concentración que debe alcanzar este jarabe. Pero los más jóvenes seguro que no sospechan que se trata de una reducción por calor de mosto de uvas en el que se cuecen vegetales y frutas, un sirope que, además de la miel, fue el edulcorante empleado por las antiguas civilizaciones del Mediterráneo. Además del «sopanvino», el arrope fue lo que salvó la merienda de muchos niños durante los años de hambre de la posguerra. Donde había viñedo y cereal la mayoría de la gente solo tenía para comer «cachulí», como llaman en esta zona a las gachas de almortas, y algo de arrope para endulzar el paladar.

La familia Piqueras García vive en la población de Campo Arcís, donde entiende la viticultura como una forma de vida, conservando vivas muchas de las tradiciones de la comarca de Requena y Utiel. Normalmente el arrope lleva solo calabaza, pero en cada casa se ponen las frutas que se tienen en el huerto. Ellos al mosto de uva Bobal le añaden calabaza, la parte blanca de la sandía, membrillos, manzanas esperiegas e higos y lo aromatizan con corteza de naranja y semillas de anís puestas en una bolsita de algodón, para tenerlas controladas. Cada fruta del arrope tiene una textura, un sabor, pero lo más codiciado son los higos y los trozos de sandía.

Bodegas Pigar trabaja con el estilo de «vinos de garaje» con una producción total de alrededor de 6.500 botellas. Ahora está en ebullición, con sus Bobal, Syrah y Chardonnay de parcela en plena fermentación. Este año además están preparando un vino anaranjado de Tardana en tinaja, con sus hollejos, y un espumoso rosado de la variedad Royal elaborado por el método ancestral de una única fermentación en botella. El Pigar Bobal de 2016 está a punto de salir y es diferente a las dos añadas anteriores, que eran más frescas, con más carácter mineral. El 2016 dio buena cosecha, con algo más de uva, pero al estar muy sana y equilibrada sacó mayor concentración. Es de aroma intenso, especiado, frutal (ciruela roja), con recuerdo a flores azules y plantas aromáticas. Buena entrada de boca, con la viveza de los taninos de la Bobal, pero no es agresivo, con mucha fruta fresca, arándanos, suaves tostados, largo. Volviendo al arrope, en gastronomía combina con foie, va bien como ingrediente en la guarnición de asados de algunas carnes y está genial con muchos postres, acompañando yogurt y helados. Un alimento a rescatar.