El noroeste de España, de influencia atlántica, la DO Rías Baixas es el ejemplo perfecto de minifundismo. Con apenas 4.000 hectáreas y cerca de 22.000 parcelas de viñedo, está en las antípodas de las grandes extensiones de viñas mecanizables que pueblan las zonas centrales del país. Los viticultores de este enclave privilegiado han aprendido a convivir con un clima que en ocasiones lleva al límite a la vid, con precipitaciones (hasta ahora) abundantes (unos 1.600 mm anuales de media -sirva como ejemplo que el promedio de precipitación en la ciudad de Requena es de 437 mm-) y que en ocasiones se alternan con temperaturas suaves y templadas, lo que puede servir de mecha para que estalle uno de los males más temidos en esta DO: la podredumbre y enfermedades fúngicas.

Esa humedad propia de la DO Rías Baixas condiciona también la estructura misma de los viñedos. Frente a los tradicionales viñedos plantados en vaso en el resto de España, aquí la forma de conducción predominante es el emparrado, con el objetivo de separar los racimos del suelo, favorecer la aireación y evitar el contacto con las humedades que emanan de los suelos que han recibido la lluvia. Estos emparrados impiden que se pueda mecanizar la vendimia, por lo que las tijeras son inevitables para hacerse con la fruta antes de llevarla a bodega.

La producción de esta DO es eminentemente blanca y mayoritariamente de uva Albariño. Denominación de esta variedad que compite con la propia marca de la DO Rías Baixas (no en vano, existió la pretensión en los años 80 de crear una DO Albariño, pero la normativa europea no lo permitió). Y es que, aunque existen seis variedades de uva blanca autorizadas (cuatro preferentes: Albariño, Loureira blanca o Marqués, Treixadura y Caíño blanco; y otras dos autorizadas: Torrontés y Godello), la realidad es que la mayoría de referencias cuentan con la Albariño como varietal predominante.

Sin embargo, cuando la Albariño toma como pareja de baile alguna de las otras cepas, puede conseguir matices y personalidades diferentes. Por ese motivo, el reglamento de la DO establece diferentes denominaciones para los vinos, según su composición varietal y zona de procedencia. Así, los Rías Baixas Albariño han de estar elaborados íntegramente con Albariño, independientemente de la subzona de la que proceda. Por su parte, los vinos etiquetados como Rías Baixas Condado de Tea emplean en su elaboración Albariño y Treixadura en 70% como mínimo, siendo el resto de las demás variedades admitidas, todas ellas producidas en la subzona del Condado do Tea. El vino Rías Baixas Rosal exige un 70% mínimo de Albariño y Loureira, con todas las uvas producidas en la subzona de O Rosal. Por su parte, Rías Baixas Val do Salnés y Rías Baixas Ribeira do Ulla están elaborado con Albariño (70% mínimo) y el resto de las demás variedades admitidas producidas en las respectivas subzonas. Existe también un Rías Baixas genérico, que puede estar elaborado a partir de las variedades blancas reconocidas, producidas en cualquiera de las subzonas, utilizando al menos un 70% de uvas de las variedades preferentes.

Tradicionalmente, en el caso de los blancos (para hablar de los tintos nos reservamos algunas líneas más adelante) ha existido una especie de «prisa» entre los productores por sacar al mercado en cuanto antes la nueva producción. Llegando incluso a poder encontrar Albariños jóvenes de la DO Rías Baixas en diciembre. A menudo se ha tratado de presiones comerciales por parte de la distribución y la restauración por contar con «la nueva añada», pero, afortunadamente, parece que se va superando y eso está permitiendo, por una parte, que los vinos jóvenes lleguen al mercado jóvenes, pero no impúberes, respetando sus tiempos; y por otra y casi más interesante, que aumente la presencia de referencias que apuestan por vinos blancos DO Rías Baixas con crianza (fantásticos resultados de Albariños criados sobre lías finas, renovándolas cada añada, también con crianza en inoxidable e incluso con madera, siempre que sea muy respetuosa con la fruta y medida en su intensidad).

La acidez natural que aportan su situación geográfica, la influencia atlántica y el clima, es una herramienta perfecta para la longevidad de los vinos y ofrecen al enófilo incomparables abanicos de matices, aromas y sabores.

Los Albariños de la DO Rías Baixas, en sus mejores expresiones, se caracterizan por su potencia y finura, por transmitir las condiciones de la añada, por aromas de fruta blanca más o menos madura según el año, carácter cítrico, apuntes minerales (en aquellos viñedos con suelos más pizarrosos), perfiles florales (rosas, laurel), y una acidez con nervio, para otorgar al conjunto un resultado sabroso y personal. No obstante, el éxito comercial puede empujar a la tentación de buscar vinos más «neutrales», Albariños más fáciles, con artificios que puedan responder a alguna que otra moda.

Pero, ¿qué pasa con los tintos? Pues, amigos míos, esa va a ser la gran baza que va a jugar la DO Rías Baixas en las próximas décadas. El clima atlántico del que disfruta y el saber hacer de sus viticultores, enólogos y bodegueros, permiten vinos de Caíño Tinto, Espadeiro, Loureira tinta y Sousón (preferentes), junto con las variedades Mencía, Brancellao y Pedral (autorizadas) de primer nivel internacional. Con graduaciones moderadas, frescura y elegancia, delicados pero con personalidad propia.