Con menos de 300 hectáreas de viñedo, la DO Alella está entre las denominaciones de origen españolas más pequeñas. Por poner un ejemplo, en la DO Utiel-Requena «cabrían» más de 100 «Alellas». No obstante su tamaño (apenas nueve bodegas y alrededor de 250.000 litros de vino al año), esta zona productora al norte de Barcelona, es la responsable de vinos que dejan leer un terruño que habla de mar y de monte, con la tan (a veces) recurrida «mineralidad» como bandera y argumento.

Es una denominación de origen de marcado carácter urbano, que se despliega por las comarcas del Maresme y del Vallés Oriental y cuya tradición vitivinícola es secular y entronca con la cultura íbera. Podemos afirmar que los actuales vinos de la DO Alella son los herederos de aquellos que siglos antes de nuestra era elaboraban los layetanos, pueblo íbero que habitaba en la zona costera de Barcelona, entre los ríos Llobregat y Tordera y cuyos vinos eran muy apreciados. Con la romanización, se potenció la vitivinicultura y ya Plinio se refiere a estos vinos como vinos layetanos. Por su proximidad a Barcelona, estos vinos tuvieron un gran predicamento en la Ciudad Condal durante la edad media y más adelante en las colonias de ultramar en las que era mayor la presencia de indianos catalanes.

Después de esta breve, pero necesaria, regresión, centrémonos en lo que aquí nos interesa, sus vinos. El catador podrá distinguir entre las elaboraciones con una mayor influencia del Mediterráneo, en la comarca del Maresme, y los vinos nacidos en la zona interior (Vallés Oriental), con una acidez más marcada.

La producción es eminentemente de vinos blancos, con la Xarel·lo (aquí conocida como Pansa Blanca) como gran protagonista. Ya hemos señalado en anteriores entregas de Cuestión de Gusto la cualidad de esta variedad para transmitir a los vinos el terruño que la acuna. Los Pansa Blanca de la DO Alella no son ajenos y, además, tienen un terruño que contar. Aunque no es extraño encontrar a la Xarel·lo en coupage con otras variedades (fundamentalmente la Garnatxa Blanca, que también responde muy bien en estas latitudes, pero también con Chardonnay o Sauvignon Blanc), es en su versión monovarietal cuando más interesantes se nos antojan. En los vinos más finos, la Pansa Blanca habla de la mineralidad de los subsuelos graníticos con restos marinos: es el conocido como «sauló».

El «sauló» drena rápidamente el agua, lo que obliga a las vides a profundizar sus raíces en busca de la necesaria hidratación y es, además, bastante pobre orgánicamente, con lo que la viña «sufre», se controlan los rendimientos y se concentran las cualidades positivas enológicamente hablando.

En su versión sin madera, los Pansa Blanca de la DO Alella ofrecen un perfil ligero pero elegante. Son vinos eminentemente frescos, con un marcado carácter cítrico que, según fincas, está acompañado por aromas de fruta blanca de hueso (especialmente en aquellos que han sido elaborados con un contacto más prolongado con los hollejos y lías), pera y/o hierbas aromáticas, como el hinojo. No obstante, es en los vinos en los que se puede «leer» el sauló donde la tipicidad es más marcada, pues conjugan mineralidad/salinidad, con aroma y ligereza.

En la DO Alella se encuentran algunos de los pioneros de los llamados «vinos naturales» en España y los trabajos que se están realizando con depósitos de cemento están dando unos resultados más que interesantes.

La versión de la Pansa Blanca con crianza también resulta interesante. Los tiempos de crianza dependen del elaborador (desde 4 y 6 meses hasta crianzas superiores que alcanzan los 24 meses). Mantienen su frescura, aunque aparecen ya aromas más «golosos», como la manzana muy madura o incluso horneada y ahumados.

También ampara tintos, rosados, espumosos y de aguja y merece que nos detengamos ligeramente en los dulces y dentro de ellos en los vinos rancios. Unos vinos dulces de licor, que se elaboran mediante oxidación a partir de la Xarel·lo, Garnacha Blanca, Macabeo y también Garnacha, mediante la técnica del sol y serena, para pasar luego a envejecer varios años en barricas de roble. Son vinos de color oro viejo a teja, licorosos, amplios, con notas minerales y salinas que realzan el conjunto, en el que podemos encontrar desde aromas de mieles y manzana asada a piñones tostados€ guindas en licor en el caso de los elaborados con uva tinta€ Vinos para conversar.