En la comarca de La Serranía, atravesada por el curso alto del Turia en el interior de la provincia de Valencia, el cultivo del viñedo tenía mucha más importancia de la que tiene hoy en día debido al arranque incentivado que se ha producido durante los últimos años por la falta de rentabilidad para el viticultor. El terreno accidentado de este entorno queda entre la Sierra de Javalambre y la Sierra del Negrete, encajado entre profundas gargantas rocosas que ofrece espectaculares panorámicas de gran belleza paisajística como los alrededores de Aras de los Olmos, Titaguas, Alpuente, Alcublas, Tuéjar, Benagéber o Chelva.

Hasta este último municipio llegaron los hermanos Juan José y Casandra Martínez Palmero, jóvenes enólogos, quienes encontraron algunas parcelas que habían resistido los embates del tiempo en los alrededores de la pequeña aldea de Ahíllas, con viñedos que van de los 840 a los 1.200 metros de altitud. Con la añada de 2012 elaboraron sus primeros vinos jóvenes, los «Flor de Ahíllas», con un destacable blanco de Merseguera, o Verdosilla, como se la conoce popularmente en la zona, pero también unos rosado y tinto, hechos con viejas cepas de Bobal que logran madurar sus racimos en la alta sierra debido a su exigua producción, junto con algo de Tempranillo y otras varietales experimentales. A ellos han seguido otros tintos con crianza en barrica, como los Ahíllas tinto y el más exclusivo Finca El Maldito.

Con la Merseguera de la parcela del Campillejo han querido hacer un blanco con 5 meses de crianza en barricas hechas por encargo, de roble francés seleccionado y apenas tostado. Este viñedo fue plantado en 1940 en un terreno en ladera expuesto a una fuerte escorrentía que ha dejado la losa arenisca a la vista y no se puede labrar, parte de las raíces han quedado al aire, aferradas al subsuelo por las grietas que penetran en la roca madre. La Merseguera tiene un PH bajo y correcta acidez si se está muy atento al momento de vendimia, por lo que sus vinos se defienden muy bien del paso del tiempo. Si además cada vid no llega a dar ni medio kilo de uva, cuando lo habitual es entre 7 y 10 kilos, se consigue la máxima expresión que puede ofrecer esta varietal. La Madura de 2016 es de color amarillo pálido con reflejos de oro blanco, aroma de buena intensidad, envolvente, con recuerdos a fruta blanca (peras, manzanas), melocotón, cítricos, flor blanca, especias dulces y madera cruda. En el paladar muestra su volumen, llena la boca, es untuoso, fresco, con un leve recuerdo a almendras amargas típico de la varietal equilibrado por la crianza en madera con sus lías finas, vuelven las sensaciones balsámicas, con elegante toque mineral. Admirable, lo que es capaz de dar una Merseguera en condiciones extremas y bien entendida.