Escribo estas líneas, en primera persona y dejándonos los mayestáticos para futuras ocasiones, un poco impelido por la rabia y la desazón. ¿El motivo? Ver en las redes sociales en estos días que se hablaba de una oferta de vino embotellado de Jumilla a menos de un euro la botella. No entré a averiguar más detalles, ni a analizar el porqué de una bodega para (por mucho volumen que tenga) amenazar así parte del status quo de una región, como la que ampara la DOP Jumilla, en la que ya se conocía y cultivaba la vid desde hace más de 5.000 años.

Una DOP que es paradigma del vino que se elabora en el denominado «sureste español». La DOP Jumilla es una de las pocas que tienen el carácter de suprautonómico en España. El territorio que ampara está conformado por los municipios de Jumilla, en la Región de Murcia; y los de Fuenteálamo, Albatana, Ontur, Hellín, Tobarra y Montealegre del Castillo, estos últimos situados en la manchega provincia de Albacete.

Esta marca de calidad vitivinícola alcanzó de forma oficial en 1961 el reconocimiento de Denominación de Origen. La ubicación de la DOP Jumilla, entre el llano de La Mancha y la influencia del Mediterráneo, condiciona los vinos que ofrece. Este altiplano alberga viñedos con un rango bastante amplio de altitudes, desde los apenas 300 metros de las cotas más bajas, hasta los 900.

El clima es adverso para los hombres y otros cultivos, con apenas disponibilidad de agua para riego, más que unas exiguas precipitaciones, y una de las mayores exposiciones a horas de sol; pero es fantástico para la vid y más aún si hablamos de una variedad como la Monastrell. Es en estas condiciones donde mayor plenitud alcanza la Monastrell jumillana. Cada vez más entendida y vendimiada en su momento óptimo en busca de mayor calidad sensorial, aunque eso suponga renunciar a grado y algo de color.

Este clima extremo (con temperaturas que oscilan fácilmente entre los 40 grados del estío a los -15 grados de las noches más frías de invierno), seco (apenas 300 litros por metro cuadrado al año), insolado (más de 3.000 horas de sol al año) aporta, también, otra ventaja competitiva a sus vinos: las enfermedades criptogámicas (oídio o mildiu, por ejemplo) no tienen prácticamente cabida y, por tanto, los tratamientos para combatirlas son nulos.

Pero el tesoro de Jumilla es el amplio número de ejemplares de Monastrell en pie franco que siguen, añada tras añada, ofreciendo sus frutos a los viticultores para ser convertidos en vinos rotundos, elegantes, carnosos, de buena riqueza alcohólica y acidez, marcados por frutas negras de óptima maduración o en confitura.

Unas viñas que no se vieron afectadas por la plaga de la filoxera que arrasó el viñedo europeo en el siglo XIX gracias a su componente arenoso, en el que el insecto no pudo cavar sus túneles para atacar a las raíces de unos Monastrelles que permanecen, por tanto, puros, sin injertar.

Fue, precisamente, la resistencia a la plaga que diezmó a la industria vitivinícola a finales del XIX la que catapultó exponencialmente la industria local, con envíos de graneles a Francia y a otras zonas españolas y europeas. Aunque esos envíos siguen teniendo un peso relativo importante, es cierto que en las últimas décadas la DOP Jumilla está evolucionando hacia otro modelo, por eso me duele (insisto en que desde el desconocimiento de los motivos) ver esas ofertas en la que el escandallo no sale si no es a fuerza de vender a pérdidas.

La llegada de nuevos y jóvenes enólogos y bodegas; grupos empresariales y cooperativas con capacidades técnicas y un Consejo Regulador ágil han hecho que se llegara a habar de Jumilla en la prensa internacional como la región más «australiana» vitivinícolamente hablando de España, con una inteligente utilización de la tecnología, unas prácticas vitícolas que han superado las resistencias lógicas de la tradición, un varietal que es reconocido internacionalmente y una cohorte de cepas admitidas por la DOP (entre las que destaca la Syrah) con las que puede bailar de forma armónica. Valor y precio no es lo mismo, pero sin un precio justo no llegaremos al valor nunca.