Después de muchos meses de meditar las posibilidades de futuro a las que se enfrentaba la histórica Bodega Cooperativa San Pedro Apóstol de Moixent, el renovado consejo rector de la sociedad, presidida por Isidoro Cerdá, decidió el pasado verano emprender una suerte de «joint venture» con el conocido enólogo Pablo Calatayud, propietario de la vecina bodega Celler del Roure, y su equipo, quienes se van a encargar a partir de ahora del departamento técnico y de la comercialización de los vinos. Una alianza en la que cada parte pone lo mejor de cada una sin necesidad de perder su identidad.

La cooperativa, fundada en 1950 en esta población de la comarca de La Costera al sur de la provincia de Valencia, cuenta con un importante activo de viñas viejas en vaso y en secano, plantadas principalmente con Monastrell además de las minoritarias Arcos, Mandó, Bonicaire, Cariñena, Forcallà, Pedro Ximénez, Malvasía y Merseguera. Los frutos secos como la almendra y el algarrobo son otros de los cultivos posibles en este paisaje de montaña, además del olivo en el que destaca la varietal autóctona Grossal. En la almazara de su propiedad hacen el aceite Pagos del Guerrer, con el que llevan dos convocatorias consecutivas ganando el concurso de Aceites de Oliva Virgen Extra de la Comunitat Valenciana. En la bodega cuentan con otro importante patrimonio enológico formado por un total de 103 depósitos de hormigón originales bien mantenidos, parte de ellos subterráneos, por lo que llama la atención no encontrar en sus instalaciones ni un solo depósito de acero inoxidable ya que no los necesitan.

De momento han salido al mercado dos nuevos vinos, en los que el cambio de concepto es apreciable. Se trata de un tinto y un blanco jóvenes con la marca Santpere, reforzada por la imagen evangélica de un gallo. A ellos se unirán dentro de unos pocos meses los Santpere Vinyes Velles, que serán ediciones limitadas de «vinos de parcela». El Santpere Blanc 2017 es un ensamblaje de Macabeo y Malvasía, con pequeñas cantidades de otras blancas, fermentadas con levaduras autóctonas. Es de color oro pálido, con aromas de buena intensidad a frutas blancas (peras, manzanas), con recuerdo a flor cortada. Sabroso en el paladar, seco, equilibrado y fresco. El Santpere tinto está hecho con Monastrell, completado con Tempranillo y también pequeños porcentajes de otras variedades tintas. Su color es rojo picota de capa media, con aromas a frutos rojos y negros en sazón, recuerdos a plantas aromáticas, especiado. Fácil entrada de boca, ligero, equilibrado, fresco y sabroso. Dos vinos bien hechos, sencillos e informales, de cosecha, para el consumo diario y para copeo, de los que cada lugar debería tener el suyo propio, el vino de mi pueblo.