La Garnacha es una de las variedades de uva que más expectación ha generado en los últimos tiempos, aunque no siempre ha gozado de la fama que tiene hoy en día ya que ha sido injustamente asociada a vinos de baja calidad. Y es que esta casta de vid es muy productiva, por lo que antaño se generalizó su plantación en aquellos lugares donde era prioritaria una rápida capitalización de las inversiones realizadas en la explotación agrícola. La Garnacha es la variedad de origen mediterráneo más cultivada en el mundo y como ocurre en la mayoría de las diferentes castas de uva su origen es controvertido, aunque la versión más romántica habla de su expansión desde las tierras primigenias de la Corona de Aragón a lo largo de los territorios sometidos a su jurisdicción, como el Rosellón, Cerdeña, Sicilia e incluso Grecia. Después llegaría a lugares más lejanos, a California y Australia, por ser una planta resistente a la sequía y al viento, y muy versátil, ya que se adapta a todo tipo de suelos.

La larga ruta de la Garnacha también pasa por Navarra, donde a finales de la década de los 70 representaba el 90% del viñedo y que en la actualidad se ha reducido hasta el 22% pasando a ocupar el segundo lugar en superficie por detrás de la Tempranillo, a las que siguen las variedades internacionales más nombradas. También, en un momento en el que se subvencionaba el arranque del viñedo, muchos agricultores sacrificaron las parcelas de menor rendimiento, las más viejas, las situadas a mayor altitud en los terrenos más pobres.

Elisa Úcar y Enrique Basarte son el tándem fundador de Domaines Lupier. Él es ingeniero agrónomo y enólogo, y ella, la cara más visible de la empresa, es economista. Después de trabajar en importantes bodegas de ámbito nacional esta pareja se decidió a comprar varias parcelas de viñas viejas de Garnacha negra, algunas de ellas plantadas en 1903, otras abandonadas durante varios años, en una zona montañosa entre 400 y 750 metros de altitud en el término navarro de San Martín de Unx.

En pocas cosechas se han convertido en referente de esta zona con sus 27 pequeñas parcelas a base de interpretar lo que les transmite la tierra, las diferentes orientaciones y las cepas de cada finca, en las que previenen los ataques fúngicos con infusiones de milenrama y de salvia, cola de caballo, y de espliego para prevenir el estrés provocado por la falta de agua en los momentos más críticos del estío. En bodega trabajan sin aditivos para hacer dos vinos. Uno es El Terroir (2014), delicado y rico en matices, envolvente, frutas rojas (fresas, frambuesas), floral (tomillo, romero), con suave sensación especiada y de tostados bien integrada. Una nariz que no cansa y un paladar equilibrado y fresco. El otro, La Dama (2014), procede de las parcelas de mayor altitud. Es una fragancia de fruta roja, frutillos silvestres y flores, con mineralidad y elegancia. En boca es fresco, frutal, con vivo tanino que necesita botella. Memorable.