La práctica de evadir el servicio militar obligatorio mediante el correspondiente pago al estado, ´redención´ (entre 6.000 y 8.000 reales), o el cambalache de un hombre por otro, ´sustitución´ (2.000-5.000 reales), se mantuvo hasta 1911 incluso, o sobre todo, en tiempo de guerra. Aunque las clases más pudientes pudieron seguir contribuyendo con la ´cuota´ para que sus jóvenes pudieran reducir el tiempo en el ejército. Loreto Gallego García era uno de los nueve hijos de una familia de cabreros que vivía en una casa de labor en el paraje de La Muela Alta, cerca de la aldea de Los Cojos, en el término de Requena. En un principio salió excedente de cupo en el sorteo de los quintos que iban a cumplir 19 años pero poco después fue llamado a filas y destinado a Filipinas en 1898. Allí, las fuerzas revolucionarias volvieron a sublevarse contra la corona española apoyadas por los Estados Unidos de América. Hacia el final de la contienda 54 militares españoles y tres franciscanos se hicieron fuerte en la población de Baler. Pocos meses después, España perdería a manos norteamericanas Cuba, Puerto Rico y el archipiélago filipino, pero los sitiados no se dieron por enterados del fin de la guerra creyendo que se trataba de una estratagema de los ´rebeldes´ que luchaban por su independencia. Permanecieron sitiados durante 337 días de constante hostigamiento en la única construcción de piedra y adobe de la zona, una iglesia de 30 metros de largo por 10 de ancho con una casa parroquial adosada que durante esos meses fue fuerte, hospital y cementerio. Solo hubo dos muertos por herida de bala, el resto de los fallecidos sucumbió a enfermedades como el beriberi por la falta de alimentos frescos, hubo seis deserciones y dos fusilados. Loreto Gallego estaba entre los 35 supervivientes del sitio de Baler, también conocidos como ´los últimos de Filipinas´. El pasado sábado, sus nietos organizaron una jornada lúdica en recuerdo de su abuelo con un encuentro en el Palacio del Cid de Requena y hubo una posterior comida con platos filipinos, como cerdo asado con su corteza crujiente y postre de manzana y piña compotadas, requesón y coco. Uno de los vinos que armonizó la comida fue el Rebel.lia blanco, quizá una forma de que los revolucionarios estuviesen también presentes en el homenaje. Vegalfaro tiene en La Muela los viñedos de donde salen algunas de las uvas de este blanco hecho con Chardonnay y Sauvignon Blanc a partes iguales. Dos varietales que no se conocían en la zona a finales del siglo XIX pero que, como la vid es tan intrépida acaba colonizando territorios lejanos. El Rebel.lia de 2017 es de color amarillo pajizo, con aromas de buena intensidad a fruta tropical y de hueso con matices florales y de plantas aromáticas, con un recuerdo sutil a especias y tostados que aportan complejidad. En boca es fresco, destaca su carácter frutal con un final cítrico y largo postgusto. Un vino muy versátil. En la actualidad, Filipinas conmemora cada 30 de junio el Día de la Amistad Hispano-Filipina, fecha del decreto presidencial (1889) que consideró a los «héroes de Baler» amigos de Filipinas y no prisioneros de guerra.