La viticultura se ha practicado en la zona denominada «Terres dels Alforins» desde los primeros asentamientos poblacionales establecidos en la Península Ibérica. Según explica Miquel Francés Domenech, de la Universitat de València (UV), en el proyecto «Los Paisajes Turísticos Valencianos, Valiosos, Valorados», que han realizado la UV y la Agència Valenciana del Turisme (AVT), el actual nombre de «Terres dels Alforins» obedece a la iniciativa de la Societat de Viticultors i Productors de Terres dels Alforins, que «ha querido recuperar este legado histórico para convertirlo en un paisaje cultural, donde la agricultura tradicional y ecológica, a partir de las variedades históricas de la viticultura, es el eje principal para rehabilitar costumbres y usanzas del pasado con la ayuda de la transferencia de conocimiento y tecnologías contemporáneas».

Tal vez poblados como el de la Bastida de Les Alcusses, en Moixent, sería un buen ejemplo de los primeros paisajes de viñas valencianas que nos llegaron de manos de los íberos. «La zona de Els Alforins tiene una larga presencia de los cultivos clásicos mediterráneos en el decurso de las diferentes civilizaciones. La investigación arqueológica enumera varios asentamientos en la zona desde el Neolítico hasta la Edad del Bronce», detalla Francés.

El yacimiento arqueológico de La Bastida de Les Alcusses destaca como patrimonio de la época ibérica. Fue declarado monumento histórico artístico en 1931. La primera constancia documental de la práctica de viticultura en esta zona la encontramos en este poblado hace dos mil cuatrocientos años. «Los restos de uva, el instrumental empleado para la vendimia o una variada vajilla para el consumo del vino, son pruebas claras de que la cultura íbera de la zona ya se ocupaba de esta práctica agrícola», explica el autor de este capítulo en Paisajes agrarios.

Francés añade que «la vocación globalizadora del período romano será la responsable de muchas de las geografías vitícolas posteriores en las diferentes cuencas mediterráneas. La Península Ibérica y, en concreto, el territorio valenciano contribuyeron plenamente a la consolidación de esta tendencia con la implantación de cultivos de viñas y la comercialización de vinos a través de nuestro corredor litoral. No cabe duda, pues, de que debemos a esta gran cultura los fundamentos de la viticultura moderna».

Durante la ocupación musulmana se mantuvo este paisaje, pero será la conquista cristiana la que realmente provoque la «extensión de la viticultura más allá de las tierras de la costa, que hasta entonces solo habían ocupado el corredor litoral y los valles de fácil acceso a las tierras de interior», añade Francés, que relata que durante la Edad Media será cuando muchas variedades autóctonas como la monastrell, la forcallada, la mandó, el ullet de perdiu, la bobal, la negrella o gironet (garnacha), la malvasia, la merseguera o la verdil se aclimatarán a las temperaturas más continentales de las llanuras del interior y a sus suelos más arcillosos.

«El paisaje enológico de Terres dels Alforins va tomando ya una forma muy semejante a la actual y va generando una actividad económica, una fisonomía paisajística y una cultura propia. El eje Cànyoles-Clariano-Vinalopó (Les Alcusses de Moixent, La Font de la Figuera, el altiplano de Els Alforins, Villena, Les Valls del Vinalopó, Novelda, Monòver, Salinas y El Pinós) se consolida plenamente siguiendo la eclosión de los vinos valencianos de la Edad Moderna y alimenta a nuestro siglo de oro de la enología entre 1850 y 1900», concluye el trabajo de la UV y la AVT. En este período de impulso vitícola del vino valenciano, numerosos comerciantes italianos, ingleses, holandeses y franceses se instalaron en este territorio para controlar la incipiente actividad económica de la viticultura. «Algunos de ellos, emparentados con la nobleza y la burguesía emergente, han continuado hasta nuestros días. La gran explotación vitícola de La Torre Tallada en La Font de la Figuera o algunas bodegas de Els Alforins como la antigua del marqués de Vellisca, la de los antecesores de la familia Velázquez en Cals Flares, la del Marqués de Montemira o las pertenecientes a los Dupuy de Lome, son de este período», relata el profesor de la UV .

Esas huellas de la burguesía emergente se ven reflejadas en una arquitectura rural dispersa, de palacios y casas de veraneo (Torrefiel, Torrevellisca, L´Altet de Garrido, Ca l´Àngel, Villa Isidra o Cal Roig) que «perduran aún hoy en armonía con el paisaje y con la diversidad arquitectónica tradicional de las antiguas heredades vinculadas al medio y en un frágil equilibrio con el neourbanismo residencial», añde Francés, que alerta de que precisan de protección y catalogación para «conseguir la rehabilitación y revalorización de un paisaje histórico».

El impacto de la plaga de la filoxera en esta zona no fue tan potente como en otros lugares de España y la Comunitat, al ser Els Alforins una zona aislada de tierras altas con drenaje en las comarcas vecinas de L'Alt Vinalopó, La Costera y La Vall d'Albaida.

La iniciativa agropecuaria de Terres dels Alforins «no es producto de la improvisación, sino el efecto de la conciencia de una larga tradición de viticultores arraigados a su entorno, transmitida generacionalmente. Poco después del impulso de la viticultura española de los años ochenta del siglo pasado, Daniel Belda, desde la bodega familiar de su padre (fundada en 1931), la explotación de viticultura ecológica de Cals Pins (Bodega Los Pinos, 1990) y Vicent Lluís Montés desde la incipiente experiencia societaria de Torrevellisca (1991), iniciarán un camino sin retorno, de rehabilitación de la viticultura histórica, marcado por el Informe Petrucci», expone Francés.

El profesor Vincent Petrucci (Universidad de Fresno, California) fijó las bases para la puesta en funcionamiento de una viticultura moderna, a partir de un análisis edafológico y de la propuesta de incorporar nuevas variedades y la valorización de las autóctonas. En La Font de la Figuera, la Cooperativa la Viña (1945) estaba también en proceso de modernización, y la Bodega Arráez (1950) continuaba después del cambio generacional familiar. También en esta época, la Cooperativa de Moixent (1958), hoy conocida como Clos de la Vall, inicia la experiencia vitícola, después de años dedicados a la producción de aceite. Y más tarde, ya en el cambio de siglo, se incorporarán a la iniciativa el Celler del Roure (1997), Heretat de Taverners (1998), la Bodega los Frailes (1999), Bodegas Enguera (1999), Rafa Cambra (2001) y Clos Cor Vi (2014).

En definitiva, Terres dels Alforins «es una marca que da nombre propio a un territorio enológico secular a partir de las referencias de una viticultura tradicional como forma de vida para las nuevas generaciones en el marco de la rehabilitación de los paisajes culturales del Mediterráneo», concluye Miquel Francés.

Paisaje agrario

La denominación «Terres dels Alforins» enmarca un territorio histórico que ha practicado una agricultura mediterránea de secano desde tiempos inmemoriales en un lugar aislado, en la parte occidental de las comarcas de La Costera y La Vall d´Albaida. El triángulo paisajístico entre Les Alcusses de Moixent, las zonas próximas de La Font de la Figuera y La Vall dels Alforins conforman una geomorfología particular. Este territorio sigue manteniendo un gran valor agropecuario y de riqueza medioambiental.