"€Y alternando después eriales con campos cultivados llegué a la ermita y fuente de San Vicente€ Dicha fuente brota por entre peñas calizas, y sus cristalinas y deliciosas aguas unidas a las de otros manantiales vecinos forman un canal de tres muelas... No tienen los de Líria más aguas para mantenerse y para regar sus huertas que las de la fuente, que vienen a descubierto por más de media legua." Observaciones sobre la historia natural, geografía, agricultura, población y frutos del Reyno de Valencia. Antonio J. Cavanilles (1797).

Llíria, municipio de 229,82 km2, capital de la comarca del Camp de Túria, posee unos paisajes en los que conviven zonas abruptas, correspondientes a las primeras estribaciones de la Sierra Calderona y suaves llanuras que ocupan la margen izquierda de la ribera del Turia. La actividad agrícola ha configurado distintas unidades paisajísticas -regadíos tradicionales, nuevos regadíos, secano-, que desde el último tercio del siglo XX han visto cómo han ganado terreno nuevas actividades relacionadas con el sector industrial (Devís, Iranzo 2011: 39).

Reconocida por méritos propios como, Ciudad de la Música, Llíria reúne unos recursos patrimoniales, tanto desde el ámbito cultural, como natural, de enorme atractivo.

De capital ibérica a municipio romano

El topónimo Llíria está unido al de Edeta, nombre que se asocia la ciudad ibérica asentada en las laderas del Tossal de Sant Miquel, a unos 500 m del núcleo urbano de Llíria y que detentó la categoría de ciudad-estado en lo más alto de la jerarquía política y territorial de los iberos en tierras valencianas entre los siglos VI al II a. C. (Bernabeu et al. 1987; Bonet 1995; Bonet y Mata 2001; Bonet et al. 2007). Las alusiones a los edetanos están presentes sobre todo en las fuentes latinas. La primera correspondió a una regio Edetana, proporcionada por Plinio el Viejo en su Naturalis Historia, escrita en el siglo I d. C. Un siglo después, el geógrafo griego, Claudio Ptolomeo hizo mención de una Edeta kaì Leíria, que constituye la única referencia inequívoca al núcleo urbano de Edeta constatado en las fuentes literarias antiguas (Ledo 2011: 30-31).

La expansión de fenicios y griegos por el Mediterráneo occidental propició importantes contactos comerciales con los iberos del territorio edetano, favorecidos por la existencia de fondeaderos, como el de Cabanyal-Malva-Rosa (València) y el puerto de Arse (Sagunt), a los que llegaban productos envasados en ánforas, fundamentalmente, vino y aceite, que se transportaban hasta Edeta y poblaciones aledañas (Mata 2011).

Fruto de una organización social compleja y jerarquizada, los iberos se establecieron en territorios independientes, cada uno de ellos regido por una ciudad que ejercía el dominio y control sobre un número variable de poblaciones de diversa categoría, poblados, caseríos y fortificaciones.

En el término de Llíria, la ciudad enclavada en el Tossal de Sant Miquel con sus cerca de 10 ha de superficie ejerció esa función de liderazgo sobre otros asentamientos, en mayor número caseríos, como El Safareig, La Foia, El Cabeçol y Rascanya, dedicados a la explotación agropecuaria, así como El Castellet de Bernabé, granja fortificada de 1000 m2 de superficie; pero también sobre poblados como La Monravana con una superficie en torno a 6000-8000 m2 y fortificaciones, como Cova Foradada, de 3800 m2 de superficie. Edeta llegó a contar con 16 fortines en el siglo IV a. C. Este dominio se extendía a otras poblaciones localizadas en los términos próximos, caso de La Seña (Villar del Arzobispo), Torre Seca (Casinos) o Puntal dels Llops (Olocau). En sus paisajes predominaban los campos de cereales y de leguminosas, pero también olivos y vides estaban muy presentes, además de otros frutales como almendros, higueras y granados. Las colmenas cilíndricas de cerámica, documentadas en la práctica totalidad de asentamientos, testimonian la importancia que los iberos concedían a la apicultura (Bonet y Mata 1995).

La Universitat de València, a través de su Departamento de Prehistoria y Arqueología, desarrolló entre los años 2005 y 2007 un proyecto titulado De lo real a lo imaginario, orientado al estudio de la flora de los iberos, entre los siglos VI y I a.C. Con un enfoque interdisciplinar, se ha atendido tanto la vertiente paleobotánica, basada en estudios palinológicos, antracológicos y paleocarpológicos, con la iconográfica, registrando todas las representaciones de plantas sobre diversos soportes: cerámica, elementos arquitectónicos y escultura en piedra, objetos metálicos y monedas, teniendo en cuenta su contexto y cronología. Ni que decir tiene que el territorio edetano ha constituido una de las principales fuentes de suministro de datos, que ha permitido elaborar un catálogo de plantas conocidas, bien físicamente (lo real), bien de forma figurada (lo imaginario).

La investigación arqueológica ha revelado que entre el 180 y 150 a. C., tanto el Tossal de Sant Miquel como la mayor parte de recintos fortificados, fueron destruidos violentamente y abandonados de forma temporal y en otros casos, definitiva. Estos episodios se inscriben en la acción de Roma, una vez que había eliminado a su rival en la península Ibérica, Cartago, de no tolerar las distintas revueltas promovidas por comunidades indígenas en los últimos años del siglo III a. C. y primeros del II a. C.

Continuando en clave arqueológica, hay constancia de una nueva ocupación ya bien entrado el siglo I d. C. en la zona del llano sobre la que se ha desarrollado el núcleo urbano hasta la actualidad (Bonet 1995: 527-529; Escrivà y Vidal 1995; Escrivá et al. 2001). Sobre la ciudad romana, el exponente más destacado lo constituye el santuario y complejo termal situado en la Partida de Mura que por su entidad y más que notable grado de conservación, le sitúan en lugar preferente dentro de los establecimientos termales romanos de la península Ibérica. Es muy probable que detrás de este imponente conjunto arquitectónico estuviese la mano de Marco Cornelio Nigrino, el más ilustre edetano conocido que estuvo a punto de llegar a ser emperador de Roma. Una vez que concluyan los trabajos de puesta en valor, representará uno de los principales reclamos turísticos a la hora de planificar una visita a Llíria y sus alrededores. Esa puesta en valor ya es realidad en el caso de los dos mausoleos romanos descubiertos a finales del siglo pasado en el solar ubicado en la calle General Ferrando y que han sido acondicionados para que el visitante contemple una muestra de cómo era la necrópolis más importante de Edeta (Aranegui 1995). Asimismo, merece la pena acercarse a los restos del arco monumental conocido como el Molló del Plá de l´Arc, que debió ser uno de los monumentos más sobresalientes de la antigua ciudad romana.

Aunque muy transformado por el paso del tiempo, el hoy en día denominado Parque de Sant Vicent, situado a 3 km del casco urbano de Llíria, ya fue explotado como manantial en época romana donde llegó a construirse un templo dedicado a las Ninfas, cuya mención aparece en una inscripción expuesta en el espacio de los mausoleos romanos. Sus restos fueron dibujados por el viajero francés Alexandre de Laborde en 1806. Siglos después, el templo pagano dio paso a una ermita cristiana erigida en el siglo XVIII bajo la advocación de San Vicente Ferrer, en recuerdo del milagro con que palió la pertinaz sequía que padecían los lirianos en 1410.

Un binomio perfecto: cultura y naturaleza

Tanto la visita del casco histórico como de los cerros aledaños y parajes naturales constituyen experiencias muy gratificantes. Para hacerse una idea formada del paisaje urbano de la Llíria medieval es recomendable perderse entre las calles que configuran la denominada, Vila Vella en el cerro de la Sangre. Fácilmente se percibe la impronta de la trama urbana de la Lyria musulmana que contó con una alcazaba y una medina. La primera, dominaba la parte más alta de la ciudad, en la actualidad ocupada por el Museo Arqueológico de Llíria (MALL) -edificio que exteriormente intenta recrearla- y que tenía una muralla propia que todavía puede contemplarse en la cuesta que lleva a la iglesia de la Sangre (Escrivà, Vidal 2005). La medina, enteramente protegida por una muralla almenada, reunía diversos elementos clave para toda ciudad islámica, como la mezquita, cuyos restos se hallan integrados en la iglesia de la Sangre, el zoco y los baños, estos últimos, ubicados extramuros en la actual calle de Andoval, que han sido objeto de una reciente y excelente rehabilitación que ha hecho posible que puedan ser visitados.

La iglesia de la Sangre constituye un monumento de visita obligada por su enorme atractivo. Construida en el siglo XIII, a raíz de la conquista cristiana de la localidad, lograda por Jaume I en 1239, supone un precioso ejemplo de transición del románico al gótico con unas pinturas magníficas del siglo XIII y un artesonado mudéjar de extraordinaria belleza, apoyado sobre arcos diafragmáticos. Muy interesantes resultan igualmente las pinturas murales góticas de la iglesia del Buen Pastor. La arquitectura doméstica bajomedieval está representada por el Forn de la Vila y Ca La Vila Vella, antigua cámara de los Jurados y actual sede del Museo Silvestre de Edeta, dedicado a uno de los más significativos artistas plásticos valencianos del siglo XX.

A partir de la segunda mitad del siglo XVI, el centro neurálgico de la ciudad se dispuso a una cota más baja, configurándose una Plaza Mayor, presidida por un edificio de estilo renacentista, conocido como, Ca La Vila, que en la actualidad constituye la sede del Ayuntamiento liriano. En esta misma plaza se sitúa la iglesia de La Asunción, construida a lo largo del siglo XVII, de estilo barroco. El apartado de arquitectura religiosa se completa con las iglesias de la Mare de Deu, en la Vila Vella, convento e iglesia de Nuestra Señora del Remedio en el barrio de la Part d´avall e iglesia de San Francisco en el barrio del Raval.

Los dos cerros que se erigen junto al núcleo de población, Santa Bárbara y Sant Miquel, acogen sendas ermitas; la primera, dedicada a Santa Bárbara y San Sebastián fue destruida en la Guerra Civil Española; mientras que la segunda fue dedicada a san Miguel, patrono de la localidad. Ambos cerros proporcionan unas vistas panorámicas incomparables, tanto de la ciudad, como de sus alrededores.

Este excelente conjunto de recursos de patrimonio cultural material se complementa con otros naturales de gran valor paisajístico que pueden disfrutarse en cualquiera de las tres zonas de bosque, La Buitrera, el Coto de Català y el Coto de Izquierdo, apenas se salga del casco urbano. A unos 15 km de Llíria, en dirección a Alcublas, se encuentra La Concòrdia, la partida rural más grande del término liriano, situada en las primeras estribaciones de la Sierra Calderona, que reúne unas excelentes condiciones para la práctica del senderismo o si se prefiere, permite visitar El Castellet de Bernabé, poblado ibérico de indudable atractivo.

Desde el Ayuntamiento de Llíria se ha elaborado un interesante programa de rutas como, la Ruta genérica, Llíria Històrica, o de carácter temático: Ruta Íbero-Edetana, Edeta Romana, Lyria Medieval, Llíria del Renacimiento y Barroco, y Ruta de los Museos de Llíria. Otra propuesta muy atractiva es la relacionada con las rutas de senderismo homologadas, la Ruta de les Ermites, la Senda dels Tossals (PRV 365) y los cuatro senderos que circulan por la partida de la Concòrdia. Por su parte, la Diputación Provincial de Valencia, a través de su Museo de Prehistoria junto con la Conselleria de Turismo, Cultura y Deportes de la Generalitat Valenciana, pusieron en marcha en 2012, la Ruta de los Iberos, en la que Llíria ocupa un lugar destacado al incluir dos de los nueve yacimientos ofertados, El Tossal de Sant Miquel y el Castellet de Bernabé. Todas ellas están permitiendo mostrar a un número cada vez mayor de visitantes los espléndidos recursos patrimoniales, tanto culturales como naturales que reúne Llíria y su término.