¿Qué hace los fines de semana cuando su agenda política se lo permite?
Intento recuperar con mi familia el tiempo que nos les dedico el resto de la semana. Yo vivo en Bruselas, gran parte de mi familia en València y mis hijos mayores en Madrid. Por tanto, intentamos vernos los fines de semana en cualquiera de estas tres ciudades y en eso invierto la mayor parte de mi tiempo libre.
¿Qué aficiones tiene?
Son muchas pero las que me han acompañado desde pequeño son leer, escribir, escuchar música, la fotografía e ir al cine. Estas cinco aficiones se han ido adaptando y ampliándose con las nuevas tecnologías. Mi primera novela la estoy escribiendo en mi inseparable ordenador, ahora soy un adicto a las series en streaming, tengo mis canciones favoritas en el teléfono y en la tableta y las fotos en mi móvil ya se cuentan por miles, pero confieso que a lo que no me acostumbro es a leer en formato digital, sigo prefiriendo el papel.
¿Qué hace para mantenerse en forma?
Intento mantenerme en forma porque además hacer deporte es una forma de desconectar del trabajo y recargar las pilas. En los últimos años salir a correr es el deporte al que me he aficionado y cuando en Bruselas el frío o la lluvia me lo permite salgo a correr por alguno de los parques de la ciudad, si no la cinta de correr es la mejor aliada para no sumar unos kilos de más.
¿Playa o montaña para vacaciones?
Me gustan ambas cosas pero en lo últimos años prefiero la montaña en verano, descubrir nuevas zonas de montaña en Europa y la playa española, y en especial la valenciana, en primavera.
¿Qué libro le ha cautivado últimamente?
No es el último que he leído, pero La España vacía, de Sergio del Molino me ha cambiado la imagen que tengo de mi propio país, creo que es un ensayo obligatorio. El último que he leído ha sido El monarca de las sombras, de Javier Cercas, una estupenda novela sobre los héroes que hubieran preferido no serlo. Y para estas vacaciones me llevo Viaje a Shiloh, de Will Henry, una del Oeste para compensar la épica que le falta a la política.
No podría vivir sin...
Pues esta respuesta enlaza con la primera y aunque suene mal o a tópico, no podría vivir sin mi móvil porque es el que me permite estar en contacto con mi familia y saber cómo va su día a día aunque no esté con ellos. La parte negativa de esto, que estoy conectado a la actualidad siempre. Además tampoco puedo vivir sin un cargador para no quedarme sin batería (ríe).
