El megalodón («diente grande») que Warner Bros ha resucitado entre veinte y dos millones y pico de años después es una especie extinta de tiburón que vivió durante el Cenozoico. Aunque en pantalla se antoje una criatura de ficción fue real, y no solo en las profundas aguas del Pacífico. Mucho más cerca. Aquí mismo. En el Mediterráneo. El Museo Paleontológico (MUPE) de Elx (Alicante) expone cuatro dientes de la parte de su anatomía más espectacular, la poderosa mandíbula. También pueden verse en el Museu Paleontològic i de les Ciències Isurus de Alcoi. En Sax (Alto Vinalopó) se hallaron multitud de piezas dentales y escamas de esta especie. Incluso la vecina Teruel fue una vez fondo marino. La prueba está en Dinópolis: Hace 150 millones de años, la Sierra de Albarracín estuvo cubierta por el Mar de Tetis, precursor del Mediterráneo, así que, aunque ahora cueste creerlo. por Teruel deambuló un día el carcharodon megalodon.

La fascinación que el ser humano siente por los dinosaurios -imaginar un planeta de leyenda sin humanos poblado por seres gigantes, su extinción por la mítica caída del asteroide...- llevó, entre otros, a Michael Crichton a fabular con su vuelta a la vida, mediante la clonación. En 1993, tres años después de la publicación de la novela homónima, Steven Spielberg inmortalizó la ficticia isla Nublar, que situó frente a la costa del Pacífico de Costa Rica, donde un filántropo multimillonario y un equipo de científicos genetistas creaban un parque lleno de dinosaurios clonados, Jurassic Park.

El español J.A. Bayona firma la cuarta secuela de la saga, todavía en las salas de cine, que narra la «caída» de ese «reino». No se ha llegado a la clonación, claro, porque no existe el material genético, pero sin salir de la Comunitat Valenciana es posible adentrarse en un mundo parecido: varios museos -desde Dinópolis en Teruel hasta el de ciencias naturales en València- exhiben esqueletos y recreaciones de los dinosaurios hallados en estas mismas tierras. Porque las valencianas -y las lindantes aragonesas- son especialmente ricas en yacimientos paleontológicos. Se debe a su carácter sedimentario.

El primer ‘dino’ con DO València

Aunque fósiles habían ido apareciendo constantemente desde mucho tiempo atrás, el primer «dino con denominación de origen valenciano» oficialmente reconocido como tal fue el Losillasaurus giganteus, en Losilla de Aras, los Serranos. Un saurópodo del Jurásico superior. Un bicho de treinta toneladas de peso.

Dinópolis -con una sede principal en Teruel y otras siete en la provincia- es el gran «templo» de los dinosaurios y aprovechó, como no podía ser de otro modo, la cinta de Bayona para promocionarse. Acaba de cerrar la temporada de verano con la visita de más de 81.000 personas. El parque continúa abierto, pero ya solo los fines de semana.

Entre los mayores reclamos figuran los dos fósiles de los Turiasaurus de Riodeva (también puede verse un ejemplar en el Museo de Viveros de València) y el pie (enorme pie) de otro, el caparazón de una tortuga jurásica, los conjuntos de adultos y crías o reproducciones (corpóreos) como la que representa el ataque de un Tastavinsaurus («largarto catador de vino») a un Baryonyx (precisamente uno de los dinosaurios protagonistas de Jurassic World, el reino caído), una de las últimas novedades del recinto. En Alcalá de la Selva, El Castellar, Gúdar o Miravete de la Sierra (todos en Teruel) han aparecido dientes, garras y huellas de este último y cinematográfico espinosáurido.

Estos ejemplares del que se considera el primer dinosaurio adaptado para nadar y el más grande entre los carnívoros aparecieron el año pasado entre los lagos del Museu de les Ciències de València en la muestra temporal «Spinosaurus: el gigante perdido del Cretáceo» organizada por la National Geographic Society y la Universidad de Chicago.

Pero no hace falta salir de la ciudad de València para adentrarse en una suerte de pequeño universo jurásico. En el Museo de Ciencias Naturales de Viveros, gracias a la colección Rodrigo Botet, pueden verse dinosaurios, yacimientos, holotipos o réplicas. Reúne una extraordinaria colección de ejemplares del cuaternario procedentes de América del Sur, con un esqueleto fósil de Megaterio que mide seis metros de altura.

Pisada a pisada

Pero la impronta del paso de los dinosaurios por tierras valencianas no se encuentra solo dentro de los museos. También se conserva al aire libre. Nos dejaron sus huellas. Hay más de media docena de yacimientos de icnitas (así se llaman) declarados Bienes de Interés Cultural que pueden seguirse como rutas, en los términos castellonenses de Cinctorres, Morella, Bejís; en Alpuente, Chera-Sot de chera y Millars, en València; y en el alicantino Agost. Resulta inevitable recordar determinadas escenas de las películas cuando se observan las pisadas tridáctilas (de tres dedos) que correspondían a animales pequeños y bípedos. Pero son reales. Y se cuentan por cientos.