¿Dice el cuerpo más (o distinto) que las palabras? ¿Nos delata, incluso? «Pienso que el cuerpo dice otra cosa. Cuando intenta decir lo que la palabra puede decir, su expresión se debilita. Diría que principalmente nos revela». La gramática corporal, el lenguaje gestual, la voz del silencio, ese cuerpo que habla (Ce corp qui parle), es la esencia del arte universal del mimo que, como cada año, recibe el otoño aquí en la Comunitat Valenciana, en Sueca, en la Mostra Internacional de Mim[29 edición, del 19 al 23 de septiembre]. Y es, también, el delgado hilo invisible -y silente- del que tira uno de los grandes referentes de la mímica contermporánea, el francés Yves Marc, fundador -junto a Claire Hegen- de la cía Théâtre du Mouvement, encargado de la clase magistral del certamen este año.

Una pequeña parte del cuerpo, no pequeña, mínima, podría contradecir a otra. Era el reto del maestro de Yves Marc, Étienne Decroux: alcanzar la disociación corporal total, la autonomía de cada una de las piezas de la anatomía, aun las menores. «¡Por supuesto! -retoma Marc- en todo caso espacialmente es evidente, no es raro que la caja torácica vaya por una dirección y la cabeza por otra. Es frecuente igualmente que estas contradicciones corporales revelen nuestros conflictos interiores». No se trata solo de movimiento, de gesto. Es que detrás está el pensamiento [El cuerpo es como un guante cuyo dedo es el pensamiento. Nuestro pensamiento empuja nuestros gestos, esculpe nuestro cuerpo desde el interior y nuestro cuerpo tallado se extiende en el movimiento, cita de Decroux]. «A veces, la gente piensa pero no se ve, lo que a mí me apasiona es cuando esto se ve», apunta Yves Marc, y plantea, a bocajarro, la cuestión de fondo: «¿Qué es el pensamiento? ».

El ser humano posee 48 músculos en el rostro. Esos 48 músculos le permiten realizar 240.000 diferentes expresiones, pero ¿los infrautilizamos en realidad? «Las expresiones faciales son como los gestos, tenemos gestos ausentes€ las cuales, al parecer, nos determinan tanto (por defecto) que las que tenemos en nuestro propio repertorio».

Si estuviera entonces todavía por escribir, o reescribir, la gramática corporal, gestual -e Yves Marc dice que sí («prolongando el trabajo de Étienne Decroux, diría que todo queda abierto, a la creación, al reinvento. La variedad corporal y gestual no tiene fin, es como un pozo sin fondo»­)- podría especularse con el lenguaje mínimo/mímico como el universal por excelencia, sin diferencias de cultura, sexo, raza, nacionalidad e incluso -edificada sobre él- la utopía de un mundo unido, igualitario, en paz y sin fronteras. En el programa de la Mostra de MIM de Sueca de este año se vislumbra el compromiso social en la temática de las obras: refugiados y fronteras, patriarcado, explotación laboral, amor entre personas del mismo sexo... «Al parecer, sólo un 10% de nuestro lenguaje gestual es puramente cultural, el resto parece ser universal», concede el 'maestro del gesto'. Y añade «Es muy probable que un mejor conocimiento del cuerpo, del movimiento y de los gestos favorezca una mejor comprensión y respeto hacia los demás€ en todo caso es mi convicción. Sin embargo, pienso que los conflictos humanos siempre han existido€ son, de hecho, una fuente de inspiración para nuestro arte teatral. El cuerpo y el movimiento pueden ser apoyos reales de una forma de denuncia pero es, sin duda, la calidad del trabajo artístico la que permite una real identificación».

Hoy el milenario arte del mimo, inicialmente asociado al rostro, se ha extendido al cuerpo completo y por ese motivo ha evolucionado entremezclándose con otras disciplinas físicas o corporales. «Es cierto -dice Marc- ha habido un impacto sobre las otras formas de arte, mucho desde su transmisión. Los mestizajes son numerosos. Desde hace muchos años, creamos en Francia varios movimientos alrededor de la noción de Artes del mimo y del gesto (con las mismas instituciones culturales del país) para mostrar la vitalidad de la creatividad de este arte. Una bienal de las artes del mimo y del gesto en 2017 ha mostrado que existe una progresión en el reconocimiento de nuestro arte pero todavía queda mucho por hacer. Pensamos que en Francia hace falta una escuela nacional en la cual compañías contemporáneas pudiesen formarse. La marioneta ha evolucionado muchísimo, entre otros, gracias a la escuela nacional de Charleville que existe desde hace más de 30 años, y la diversidad de sus creaciones ya no se puede discutir. Lo mismo ha pasado con el circo que definitivamente ha abandonado la forma del circo tradicional».

El artista galo valora mucho la Mostra de MIM de Sueca: «Para los artistas, un festival como la Mostra de Mim de Sueca es fundamental, como lo es MIMOS a Périgueux en Francia, el London Mime Festival o el Festival de Varsovia. También podemos lamentar que no haya más festivales de ese género a nivel internacional».

¿Esto suyo (esto suyo es su show-conferencia 'El cuerpo que habla') es teatro, neurociencia, magia, biología, psicoanálisis, cuento, realidad o ficción, un espectáculo al cabo, una ilusión? «¡Ehhhh! -exclama- Diría que nada de todo esto y todo esto a la vez. Trabajo sobre la idea de un arte teatral basado en el cuerpo y el movimiento. A título personal me interesa la neurociencia, a veces integro esa noción dentro de mi pedagogía. No hago magia ni ilusión. No soy un especialista del psicoanálisis y personalmente tengo mis reticencias. Intento a través de la realidad del cuerpo y del movimiento de los artistas con los que trabajo crear ficción. Como decía Decroux: No estamos en el escenario para ser naturales. En resumen, es efectivamente este cuerpo de ficción el que me apasiona».

En Lorca, a quien han elegido reinterpretar en la capital de la Ribera Baixa, y en la Casa de Bernarda Alba precisamente los silencios, las expresiones calladas del cuerpo, resultan muy elocuentes. «Para mí, la Casa de Bernarda Alba habla esencialmente de cuerpos, de cuerpos que pelean entre el orden y el deseo, de cuerpos que queman de ganas de vivir pero que no pueden ya que son restringidos por la ley (religiosa, social, política, militar€ y la tradición). Bernarda, la madre, ha incorporado estas diferentes formas de ley. Su última palabra en la obra literaria nos ha servido de regla: ¡SILENCIO!»