A diferencia, por ejemplo, de lo que ha ocurrido en Francia donde el Frente Nacional ha ganado las elecciones, en España, el giro ha sido a la inversa con formaciones como Podemos como las grandes triunfadoras de estos comicios europeos.

El descalabro electoral tanto del PP como del PSOE se venía venir desde hace tiempo, esta vez las encuestas no se han equivocado, debido fundamentalmente al descontento generalizado y a los innumerables casos de corrupción, que han salpicado la vida política española, sin que la opinión pública perciba que se está actuando de manera decidida contra los corruptos sino más bien todo lo contrario. Al PP, además, le ha pasado factura la crisis económica, el incumplimiento del programa electoral y las políticas de recortes que ha tenido que adoptar para afrontar la crisis y evitar el rescate. Al PSOE, sin duda, la falta de liderazgo y una oposición timorata durante estos casi tres años de legislatura del PP.

En España no se ha producido un auge de la extrema derecha como sí ha ocurrido en otros países como Francia, Grecia, Dinamarca o Austria porque el PP ha sabido taponar el voto ultra. No ha ocurrido así en la izquierda, donde tanto por el PSOE como por IU se han escapado votos que han ido a parar a otras formaciones más radicales como es el caso de Podemos que encabeza el televisivo Pablo Iglesias y que sin duda ha sido la gran sorpresa y el gran quebradero de cabeza para muchos.

El fin del bipartidismo está cada vez más cerca después de la hegemonía que han tenido en este país los dos grandes partidos. Las pequeñas formaciones van creciendo en votos y eso va a provocar a un parlamento muy atomizado, sin mayorías claras y con una gobernabilidad muy complicada para quien gane las elecciones que, obviamente, tendrá que echar mano de acuerdos de legislatura si quiere agotar los cuatro años de mandato.