Tras el estreno de la última película de Fernando Trueba "La reina de España" ha habido llamamientos desde ciertos sectores a boicotear el filme, después de que Trueba hiciera unas declaraciones durante la concesión del Premio Nacional de Cinematografía en las que afirmaba no sentirse español "ni cinco minutos de su vida". Unas declaraciones, desde mi punto de vista, absolutamente desafortunadas, pero que no justifican en modo alguno ninguna campaña de boicot, a la que se han sumado rostros conocidos.

Esto me recuerda otros intentos de boicot que ha habido contra empresas catalanas que apoyaban el independentismo. Se aconsejaba no comprar productos de estas marcas por el mero hecho de ser catalanas. No sé si aquella operación tuvo éxito o no, pero recibí un montón de mensajes en mi móvil, recomendándome no comprar. Obviamente, hice caso omiso. No me guio por criterios ideológicos a la hora de comprar un cava o un embutido. Son otras las razones de compra que me mueven para elegir un producto u otro. Y lo mismo me pasa con el cine.

No creo ni el antiespañolismo ni en el anticatalanismo. Me parecen muy peligrosas ambas posturas.

Yo no iré a ver la película de Trueba no por lo que ha dicho, sino sencillamente porque no me gusta ni su cine ni sus películas. Me parece un director mediocre, alzado a los altares por un sector de la crítica cinematográfica española. Cuando recibió el óscar por su película "Belle Époque" dedicó el premio a Billy Wilder porque no creía en Dios para agradecérselo sino en Wilder. Creo que es lo más sensato e inteligente que ha dicho.