El otro día viendo un anuncio en televisión de una conocida marca de detergentes, omitiré su nombre para no hacerle publicidad, me llamó la atención cómo ha cambiado el mensaje publicitario y el destinatario. Antes en todos los anuncios de limpieza, la protagonista era la mujer. Recuerdo uno donde una mujer se ponía una bayeta sobre el pecho y se lanzaba sobre una mesa. Hoy este rol ha cambiado. Es verdad que el hombre ha pasado a desempeñar tareas del hogar que antes eran impensables que hiciera como lavar, cocinar o fregar. Todo este trabajo correspondía a la mujer. Afortunadamente esto ha cambiado., aunque muchos siempre hemos colaborado en las labores de casa.

En ese anuncio en cuestión aparece un padre y un hijo sacando unas copas impolutas del lavavajillas, felicitándose por lo limpias que habían quedado. Al final del anuncio se ve de fondo a la madre sonriendo con el resto de la familia, sentada en la mesa.

Si hoy ese anuncio lo hubiera protagonizado una mujer, el anunciante en cuestión hubiera sido tildado de machista. Y seguramente algunas asociaciones hubieran pedido el boicot a ese producto.

Una conocida marca de champú fue acusada de racista porque sus anuncios lo protagonizaban mujeres y niños rubios de ojos azules.

De hecho, si nos fijamos ahora en los anuncios suelen salir hombres o mujeres de diferentes etnias para no herir sensibilidades y no ser tachados de racistas.

Yo, sin embargo, creo que los anuncios los pueden protagonizar hombre o mujeres, blancos, negros o asiáticos, indistintamente sin que ello suponga ningún estigma ni ninguna carga ideológica.