Nuevo toque de atención de varios miembros del Gobierno a Pablo Iglesias que ya están hartos de las tropelías del vicepresidente segundo y ministro de Derechos Sociales, arrogándose funciones que están fuera de sus competencias.

Lo hemos visto participar en ruedas de prensa sobre trabajo, economía, empleo, incluso en un viaje oficial a Bolivia con el jefe del Estado Felipe VI, aunque no sabemos muy bien en calidad de qué fue ni para qué viajó hasta allí, si no es para marcar su propia agenda personal, que es lo que realmente hizo, aunque el viaje se lo pagamos todos. Que sepamos la política exterior no está en sus manos, afortunadamente, aunque ya ha vuelto a meter la pata, manifestándose a favor de un referéndum en el Sahara occidental, lo que puede generar un conflicto diplomático entre España y Marruecos, algo que ya ha advertido el Frente Polisario.

Iglesias confunde a menudo su cargo como vicepresidente del Gobierno, donde representa o debería representar a todos los españoles, de su cargo como secretario general de Unidas Podemos, donde es libre de manifestar las opiniones que quiera.

Margarita Robles,  Nadia Calviño,  José Luis Escrivá, Reyes Maroto… se han sumado a las críticas por ese empeño del vicepresidente Iglesias de hacerle sombra al propio Pedro Sánchez y estar en todos los saraos, comprometiendo de forma negativa la imagen de España.

Pero vamos a lo de siempre, quien debe poner  coto a las ínfulas de Iglesias y no lo hace es el propio presidente del Gobierno Pedro Sánchez, desautorizándolo y recordándole cuáles son sus funciones dentro del gobierno, de lo contrario, está permitiéndole que se extralimite en sus funciones, creando una crisis de gobierno.

Hay mucha inquietud dentro del Gobierno por ese modo de hacer política de Iglesias de invadir competencias, pero Sánchez prefiere enfrentarse a ministros socialistas porque si lo hace con Iglesias sus días en Moncloa están contados.

La bicefalia que hay ahora mismo en el Gobierno con Iglesias y Sánchez solo crea confusión y descoordinación entre los diferentes ministerios en un momento especialmente delicado a todos los niveles: sanitarios, económicos y sociales, donde lo deseable sería que hubiera una única voz y un mando único.