No hay día que el señor Iglesias no dé la nota. El vicepresidente Pablo Iglesias ya puede decir todas las barbaridades que quiera, que el señor Sánchez no lo va a cesar nunca. Y no lo va a hacer porque en el momento que lo haga se acabó la legislatura y es obvio que Pedro Sánchez antepone sus intereses particulares a los del país. Ha quedado muy clara su intención desde el primer día.
Todo lo que ha dicho Pablo Iglesias sobre los presos del proces, Otegui, la monarquía o la democracia española serían suficientes para haberlo cesado de manera inmediata hace mucho tiempo. Sin embargo, Sánchez prefiere mirar hacia otro lado, aunque todos los días hay ruedas de prensa o declaraciones de ministros para corregir las palabras de Iglesias.
Parece que la intención del señor Iglesias no sea otra que la desestabilizar al Gobierno desde dentro.
En los gobiernos de coalición y este es el primer experimento que se ha hecho en la democracia española, y esperemos que sea el último, al menos, con estos socios, aunque existan puntos divergentes en algunos asuntos, que es normal que los haya porque son formaciones diferentes, debe prevalecer por encima de todo la lealtad a las instituciones del Estado. La monarquía parlamentaria es una de ellas. Y el señor Pablo Iglesias aprovecha cualquier momento para desacreditarlas y con ello cargarse la imagen de España en el exterior, bastante tocada por cierto desde que Unidas Podemos entró en el Gobierno, algo que no ha gustado a nuestros socios europeos que recelan de un gobierno socialcomunista.
Yo no he escuchado a los alemanes, donde existe un gobierno de coalición entre democristianos y socialdemócratas poner en tela de juicio las instituciones que representan y echar piedras sobre su propio tejado. Aquí se ha convertido en algo ya habitual.
Ni en campaña electoral, como han justificado algunos dirigentes socialistas ni fuera de ella se puede poner en duda la salud de la democracia española. Si al señor Iglesias no le gusta la democracia que tenemos, gracias a la cual su partido tiene representación en el Parlamento y él ocupa el cargo de vicepresidente, junto a varios ministros de la formación morada, lo tiene muy fácil: abandonar el Gobierno y volver a la oposición. Además de ser consecuente con los hechos que denuncia, muchos españoles se lo agradeceríamos.