No comparto en absoluto el discurso de Vox, pero tiene razón cuando denuncia las agresiones que han sufrido sus dirigentes en Cataluña con motivo de las pasadas elecciones del 14 F. Por otro lado resulta llamativo que no haya habido ninguna condena por parte de otras formaciones políticas a estas agresiones.

Quizá tenga razón Pablo Iglesias cuando dice que en España no hay normalidad democrática porque en una democracia todas las opciones son respetables y, por supuesto, también la de Vox que, además, ha salido reforzada en estas elecciones con 11 diputados y más de 200.000 votos.

Como lo es igualmente la de aquellas opciones situadas en el polo opuesto como la CUP, con la que tampoco comparto absolutamente nada.

Solo que a los dirigentes de la CUP no los reciben con insultos y pedradas en sus mítines como sí ha ocurrido durante los actos de Vox, donde sus dirigentes y simpatizantes han tenido que salir escoltados y con protección de los mossos.

Si estas elecciones han demostrado algo, a parte del afianzamiento del independentismo con ERC y Junts como fuerzas determinantes en el nuevo Gobierno de la Generalitat que se constituya, eso sí, con una abstención muy alta, ha sido el ascenso de las formaciones extremistas como Vox o la CUP frente a una caída histórica del centro derecha con Ciudadanos y PP en sus peores resultados electorales, que hubieran requerido cuanto menos una mayor autocrítica.