En la situación actual, con cientos de contagiados y de muertos por COVID, con una incidencia acumulada todavía muy alta, que sitúa a la mayoría de las ciudades y pueblos de España en una situación de riesgo grave, hacer campaña a favor de la manifestación del 8M es de una grave irresponsabilidad, como lo fue autorizarla el año pasado cuando se sabía de la existencia del virus y aún así se permitió la manifestación. Lo que vino después todos lo sabemos.

Comprendo perfectamente  la indignación que deben sentir  los miles de hosteleros y dueños de comercios, restaurantes y bares de este país,  que llevan meses sin poder abrir sus negocios y que ahora vean que se autorice la manifestación feminista del 8M. Lo mismo cabe decir de los miles de ciudadanos que no se han podido reunir con sus familiares.

Si algo hemos aprendido de este maldito virus es que cuando nos hemos quedado en casa haciendo caso a las autoridades sanitarias es cuando han bajado las cifras de contagios.

Por esa razón permitir ahora que se celebre la manifestación del 8M, aunque se limite la asistencia a la misma  a un máximo de 500 personas, lo cual va a ser muy difícil de controlar en un espacio abierto, no solo es irresponsable sino peligroso.

Relajarse cuando las cifras empiezan a ser algo mejores entraña el riesgo de volver a una nueva escalada.