Tras varias semanas que se me han hecho interminables, hoy he ido a comer, por fin, al Bar Nou de La Font de La Figuera. Esta mañana le he puesto un wasap a Pepe para ver si abría hoy o mañana.  Ha habido un poco de lío sobre si los bares y restaurantes abrían el lunes o el martes. Muchos esperábamos ansiosos está apertura, sobre todo, los que estamos acostumbrados a comer fuera de casa, como es mi caso.

Cuando me ha confirmado que abría hoy, en cuanto he podido, me he ido para allí. Por wasap me ha dicho que había lentejas. Razón de más para ir a comer. Las lentejas son mi plato favorito.

Las últimas que he comido eran de bote. La verdad es que todo lo que he comido últimamente es de sobre o de bote. No me he cocinado nada. Llevo echando mano de comida preparada desde que comenzó el confinamiento hace casi un año. Soy un desastre en la cocina y tampoco me apetece a estas alturas de mi vida aprender a cocinar.

Aunque el día no acompañaba, hace un tiempo bastante desapacible, sigue sin querer llover. He comido en la terraza. Suerte de los bares que tienen terraza porque en el interior no se puede entrar a comer hasta que no se levanten las restricciones o se permita un aforo limitado, que es lo que deberían haber hecho para no seguir castigando a la hostelería que ha sido el sector más perjudicado durante toda esta pandemia.

He sentido una profunda alegría al ver las persianas de algunos bares abiertas, otras todavía permanecen cerradas y algunas por desgracia no volverán a levantarla  nunca. Se calcula que más de 85.000 bares y restaurantes han cerrado durante la pandemia.

Un amigo mío escribía en Facebook que el mejor indicador de la salud de un pueblo son los bares abiertos. Tiene toda la razón.  Somos un país de tapas, vinos y cañas.

Las calles continúan vacías. Poca gente se anima a salir. En la terraza solo estaba sentado yo. Más tarde ha venido a tomar café, David.

Esta mañana cuando he salido de casa he cogido el anorak de pana. No me lo he quitado en todo el día. Con las lentejas y con el vino se sobrelleva mejor el frío.

De segundo me he pedido salmón. Necesitaba comer algo de pescado. La dieta mediterránea la tengo un poco olvidada. Merche me ha puesto de acompañamiento al pescado patatas recién hechas. Crujientes y sabrosas. Nada aceitosas. En el plato solo han quedado las espinas del salmón.

El postre no ha sido necesario pedirlo porque tanto Pepe como Merche conocen mis gustos: Tiramisú. Apuesta segura. Los postres son todos caseros y riquísimos, como el mouse de chocolate, la tarta de queso con arándanos o la de tres chocolates.

En el bar Nou elaboran una comida muy casera, con platos de cuchara muy sabrosos como las lentejas de hoy.