No se ha visto nunca en la historia de nuestra democracia un afán propagandístico como el que profesa nuestro presidente del Gobierno Pedro Sánchez. El simulacro de destrucción de armamento de ETA ha sido una auténtica pantomima y un gesto a la mayor gloria de Sánchez, que quiere atribuirse él solito el mérito de acabar con el terrorismo etarra.
Un insulto a todas las fuerzas políticas que lucharon contra el terrorismo de ETA y por supuesto a las víctimas. Las grandes olvidadas, una vez más, de esta gran tragedia que fue ETA y de lo que significó la banda terrorista y del enorme daño que causaron en este país, matando gente inocente, destruyendo familias y sembrando el terror.
No hubo ningún ex presidente del Gobierno invitado al acto. Tampoco ningún otro partido que no fuera el PSOE. No se entiende que en un acto como este solo estuviera Sánchez. Bueno sí se enriende. Sencillamente quiere acaparar todo el protagonismo.
En el final de ETA, el éxito ha sido de la democracia española en su conjunto. De todos, sin excepción. Y no de ningún partido en concreto, aunque algunos quieran atribuirse ahora el mérito de acabar con ETA.
El arsenal destruido: pistolas, subfusiles, ametralladoras, forma parte de las armas incautadas a ETA y los GRAPO. No se trata de un arsenal que los terroristas hayan entregado voluntariamente sino que han sido incautadas. Todos los años la Guardia Civil destruye centenares de armas, pero como había que llenar aquello de cualquier manera para que diera la sensación de que había muchas armas hasta se las ha colado un rifle de perdigones.
ETA ha dejado de matar, pero sigue sin disolverse y todavía tiene en su poder armamento que no ha entregado. El fin definitivo de la banda terrorista ETA pasa necesariamente por la entrega de todas sus armas, el perdón a las víctimas, el reconocimiento del daño causado y la colaboración con la justicia para esclarecer los 379 asesinatos que todavía siguen sin resolverse.
Cuando todo esto ocurra, podremos hablar entonces del fin de ETA. Mientras tanto, no.
