Me gustaría creer al presidente del Gobierno Pedro Sánchez cuando dice que no habrá referéndum de autodeterminación en Cataluña. Pero créanme que me lo pone muy difícil después de todas las mentiras que nos ha contado.

El problema de Sánchez es su falta de credibilidad. Ni sus socios de Gobierno le creen. Hasta el propio  Gabriel Rufián ha dicho que no descarta un cambio de opinión en el presidente del Gobierno sobre un eventual referéndum de independencia. Si lo ha hecho otras veces porque no lo va a hacer ahora, se preguntaba con cierta lógica el portavoz de ERC.

¿Por qué debemos de creerle ahora, después de que dijera que no pactaría con los independentistas ni concedería los indultos a los presos del procés?

Uno puede cambiar de ideas o de opinión,  eso es absolutamente legítimo y muchas veces hasta deseable, pero lo que no se puede hacer es mentir permanentemente a la opinión pública. Y Sánchez lo ha hecho constantemente. Durante la campaña electoral prometió una serie de cosas que luego no ha cumplido.

Lo de que Pablo Iglesias le quitaba el sueño, como al noventa por ciento de los españoles es solo una anécdota de una estrategia política basa en la mentira y en el engaño permanente. Debe ser cosa del nuevo marketing político que apunta por ahí y donde la decencia ya no tiene cabida.

El problema es que mucha gente confío en su palabra y le dio su voto. Quien iba a pensar, por ejemplo, que Sánchez utilizaría o se valdría de los votos de EH Bildu para ser presidente del Gobierno, después de los cientos de cargos socialistas y no socialistas que han sido asesinados por la banda terrorista ETA.

Hay ciertas líneas rojas que no deben sobrepasarse nunca y Sánchez no ha tenido ningún reparo en saltárselas para pactar a su izquierda con tal de mantenerse en el poder. Y lo seguirá haciendo siempre que pueda porque ese es el único objetivo que le mueve.

¿Cómo creerle ahora después de todas las milongas que nos ha contado que no habrá referéndum de autodeterminación?

Es grave no creer en la palabra de tu presidente. Cuando le escucho hablar no sé cuando dice la verdad y cuando miente y esto es tremendo.

El problema es que en España la mentira no se penaliza ni se castiga, como si ocurre en otros países europeos, donde Sánchez ya hubiera tenido que haber dimitido como presidente del Gobierno.

El periodista Pedro García Cuartango escribía en ABC: Cuando se traiciona la palabra y se incumplen los compromisos, el activo de un político se queda en nada. El poder y los cargos son pasajeros, pero la coherencia y el respeto a la verdad son valores para toda la vida.

Nadie duda, yo al menos, de que su Gobierno sea legítimo desde un punto de vista democrático, tras alcanzar una mayoría parlamentaria suficiente. El problema es la mentira que nos contó a todos. Ha hecho lo contrario de lo que prometió y ahora vuelve a negar la posibilidad de un referéndum de autodeterminación en Cataluña.

¿Será esta una nueva mentira de las muchas que nos ha contado? Ustedes mismos.