La manifestación homófoba de Chueca organizada por un grupo neonazi de unas doscientas personas o los actos de homenajes a etarras, como el último a Henri Parot, el mayor asesinato de la historia, son autorizadas y permitidas porque la ley no lo impide en aras al derecho a la libertad de expresión y de manifestación.

Sin embargo, urge cambiar la ley para que hechos como estos no vuelvan a repetirse en el futuro. El delito de odio está tipificado en el Código Penal.  Pero ¿Por qué no se ha aplicado en estos casos, donde obviamente concurre un delito claro de odio y de humillación a las víctimas? ¿Por qué se siguen permitiendo estos actos?

Vitorear a un asesino no es libertad de expresión, como tampoco lo son las proclamas homófobas que se escucharon en Chueca al grito de “maricas fuera de nuestros barrios”. Son delitos en los que la fiscalía debería actuar.

La libertad de expresión y el derecho de manifestación, son derechos fundamentales consagrados en nuestra Constitución, pero bajo el paraguas de estos derechos no todo vale. Hay límites que no deben sobrepasarse. Estos días hemos tenido buenos ejemplos de cómo se sobrepasan holgadamente y la clase política echándose la culpa unos a otros.