Recuerdo cuando el gran Félix Rodríguez de la Fuente emitió un capítulo de la serie El hombre y la Tierra dedicado al lobo y su relación con el hombre.

España ha prohibido la caza del lobo desde este mes de septiembre. La orden ha salido publicada en el BOE, pese a que cuatro Comunidades Autónomas (Galicia, Cantabria, Asturias y Castilla y León) se oponen tajantemente a la medida, es decir, las más afectadas por la presencia del lobo en su territorio donde se concentra el 95% de la población total.

La medida se ha tomado sin tener en consideración a los verdaderos afectados, que no es el lobo cuya población no está en peligro y crece año tras año, sino los ganaderos asturianos, gallegos, cántabros o leoneses que conviven a diario con el lobo y sufren los daños en sus cabañas ganaderas. Las ayudas económicas que perciben estos ganaderos por la muerte de sus reses son insuficientes.

Con este colectivo, es decir, el sector ganadero no se ha contado ni se ha tenido en cuenta su opinión, que en este caso es la que tenía que haber prevalecido por encima de cuestiones meramente políticas. El desconocimiento del mundo rural es manifiesto por parte de un Gobierno que legisla desde los despachos al dictado de las organizaciones ecologistas.

Prohibir la caza del lobo no va a ayudar a su conservación. Todo lo contrario. Los ganaderos van a tener que seguir defendiéndose de los continuos ataques de los lobos. Hemos visto imágenes de lobos devorando terneros recién nacidos o mastines ensangrentados defendiendo rebaños.

La prohibición solo va a traer que se disparen prácticas ilegales como la utilización de veneno, los cepos o las trampas para capturar ejemplares. De ahí la importancia de la actividad cinegética para controlar su población y que no causen daños en un sector vital para la supervivencia del mundo rural como es el ganadero.