La próxima claudicación del Gobierno de Pedro Sánchez será la derogación de la reforma laboral con la que se pretende acabar con la precariedad y la alta temporalidad laboral.

La ministra de Trabajo Yolanda Díaz se saldrá nuevamente con la suya, pese a la opinión  en contra de la patronal, que ya ha calificado la propuesta de “marxista e intervencionista” y también de algunos ministros que no ven con buenos ojos una derogación completa de la reforma laboral.

Yo no sé si la reforma laboral del señor Rajoy es buena o mala, pero las cifras de paro bajaron respecto al Gobierno de Zapatero con esta ley todavía vigente. Ahora quieren derogarla para rebajar la temporalidad. Y eso va a depender mucho del ciclo económico y de la salud de nuestras empresas. Si la economía crece, el paro se reduce. Los resultados postpandemia así lo reflejan. En septiembre, el paro se ha reducido en 76.113 personas, el mayor descenso en un mes de septiembre y acumula siete meses consecutivos de caídas. Si estuviera en vigor la nueva reforma laboral que tiene en la cabeza Yolanda Díaz, pensaríamos que la caída del paro es consecuencia directa de esa ley, pero vemos cómo sin haber derogado absolutamente nada, el paro se ha reducido, lo cual indica que si somos capaces de crecer en términos económicos, como está ocurriendo ahora mismo, gracias al proceso de vacunación, eso tiene consecuencias directas en el mercado de trabajo, reduciendo la tasa de desempleo. Por tanto, no es necesario derogar nada. Lo que hay que hacer es crear las condiciones para que nuestras empresas exporten más, inviertan en I+D, mejoren la productividad y sean más competitivas en un mercado cada vez más globalizado.

Una reforma laboral que nace sin el acuerdo de los agentes sociales, es decir, sindicatos y patronal, no tiene mucho recorrido. Los puestos de trabajo no los crea ni el Gobierno ni los sindicatos, los crean los empresarios. Es fundamental, por tanto, que esa mueva ley para el mercado del trabajo, de aprobarse, nazca del consenso de todas las partes implicadas.

El diálogo social debe avanzar sin injerencias del Estado. El Gobierno deber hacer únicamente de árbitro.

Un mercado laboral rígido no ayuda a crear empleo. El empresario se lo piensa dos veces antes de contratar personal. En EEUU, el despido es prácticamente libre y tiene una tasa de paro que no llega al 6%.

En este país existe la mala costumbre de derogar todo lo que ha hecho el Gobierno anterior. Sea bueno o malo. Las sucesivas  leyes de educación son un buen ejemplo de ello. Cada Gobierno saca una ley nueva. No vale con reformar, hay que derogarlo todo. El informe PISA no nos pone en muy buen lugar.

Pablo Casado ya ha anunciado que lo primero que hará si llega a La Moncloa será derogar algunas leyes del Gobierno de Sánchez. No hemos aprendido nada.