Estos días La Caixa hacía públicos sus resultados anuales: 5.226 millones de euros de beneficio, tras la fusión con Bankia. Un beneficio que triplica al obtenido en 2020.

El proceso de fusión con Bankia llevó aparejados el cierre de oficinas, alrededor de 1.200, y un recorte en la plantilla próxima al 20%, con cerca de 7.600 despidos entre bajas incentivadas y prejubilaciones.

Otras entidades financieras como Santander y BBVA han seguido los mismos pasos que la caja catalana. Desde 2008, la banca ha perdido casi 100.000 empleos, el 35% según los datos del Banco de España.

Estos ajustes lógicamente han tenido una repercusión directa y de forma muy negativa en la atención al cliente. Muchas de las operaciones ya no se hacen en la propia ventanilla del banco con una atención personalizada, como se hacía antes sino que son los propios cajeros automáticos quienes se encargan de hacerlo. Si sabes manejarlos, claro.

Estos nuevos hábitos de trabajar con las nuevas tecnologías han ocasionado serios problemas sobre todo a la gente mayor, no habituada  a ponerse delante de un cajero para hacer operaciones financieras como: sacar dinero, efectuar algún reintegro o pagar facturas. Tramites todos ellos que antes se hacían en la propia ventanilla del banco.

Es un hecho que la banca se ha deshumanizado y el trato que había antes con el cliente ha desaparecido por completo.

Solo hay que ver las nuevas oficinas bancarias donde el cliente cuando entra no sabe si está en un banco o en un hotel minimalista. Atrás quedan los años en los que había no solo una relación comercial  con el cliente sino también de amistad con el director de la oficina y los empleados.

La iniciativa de un jubilado valenciano que ya lleva recogidas más de 334.000 firmas a través de una campaña en Change. Org ha puesto en jaque a toda la banca para que las personas mayores reciban un trato más humano por parte de las entidades financieras.