Han pasado más de dos años desde que la pandemia comenzó a cebarse con las personas mayores. Las residencias de ancianos se convirtieron en el principal foco de decesos y de contagios. Muy por encima del resto de colectivos. Más de 40.000 personas han fallecido desde entones. Casi la mitad de los que se ha llevado esta maldita pandemia.

La vacunación ha paliado en gran medida que la cifra de muertos haya seguido creciendo. Todos recordamos las imágenes de los ataúdes en las puertas de los geriátricos. Imágenes que se repetían día a día.

Muchos se fueron sin poderse despedir de sus seres queridos. Otros, abandonados a su suerte.

Esta terrible epidemia ha sido especialmente cruel con las personas más vulnerables y desprotegidas: nuestros mayores.

Por eso quería aprovechar estas líneas que me brinda el director de este periódico para mandarles todo nuestro cariño y admiración por lo mucho que han hecho por nosotros y lo injusto que a veces hemos sido con ellos, no reconociéndoles todo su esfuerzo.

Una generación que luchó en tiempos muy complicados para hacernos la vida más feliz a los demás. Gracias por tanto.