La ejemplaridad que pedía Pablo Casado para luchar contra la corrupción se le ha vuelto en su contra. Casado ha perdido toda la legitimidad para estar al frente del partido desde el mismo momento en que cerró en falso el expediente contra Isabel Díaz Ayuso y dio por convincentes las palabras de la dirigente popular.

No se pueden hacer unas acusaciones tan graves contra la presidenta de la Comunidad de Madrid y luego hacer la vista gorda, como si no hubiera pasado nada.

Si es legal o no ese contrato, serán los tribunales de Justicia quienes tendrán que dirimirlo, lo que no parece ético ni estético es que en plena pandemia con centenares de muertos diarios se adjudicara un contrato para la compra de  mascarillas a un íntimo amigo de la familia de Ayuso y que su hermano se haya embolsado una comisión por esa gestión.

Esto mismo es lo que denunció Pablo Casado, solo que si era conocedor de este hecho y pidió explicaciones por ello, y no las obtuvo como parece,  lo que tenía que haber hecho en ese momento es poner el caso en manos de la fiscalía. Aprovechar una entrevista en un programa de radio para verter estas graves acusaciones contra la dirigente madrileña no era ni el sitio ni el lugar adecuado.

Cuestión distinta y gravísima desde todos los puntos de vista es si expió a Díaz Ayuso y su entorno para  hundirle su carrera política, como se hizo con Cristina Cifuentes cuando salieron a la luz las famosas cremas. Alguien guardó sigilosamente y con toda la intención aquel vídeo hasta que finalmente se hizo público.

Pero más allá de que ahora todo el mundo pida la dimisión de Pablo Casado, sorprende que no se pida explicaciones a Díaz Ayuso que siempre aparece como la víctima.

La concentración en Génova no surgió de manera espontánea. Creo que Ayuso no puede alegrarse de los eslóganes que allí se decían contra Pablo Casado. Debería haberla desautorizado. No puede ser que la presión ciudadana marque la agenda de ningún partido político.

La solución a la grave crisis del PP pasa necesariamente por la convocatoria de un congreso extraordinario, donde se elija a la nueva dirección. Núñez Feijoo sería un buen candidato para liderar ese cambio que debe producirse lo antes posible antes de que la sangría de votos sea mucho mayor.