Al señor Fernández Mañueco le salió mal la jugada de adelantar las elecciones autonómicas en Castilla y León, pensando que ganaría por mayoría absoluta, rompiendo un gobierno de coalición con Ciudadanos que funcionaba bastante bien, y el resultado de esa equivocación ha sido pasar a gobernar con la ultraderecha. Ha cambiado de socios, pero a peor.

El vicepresidente García- Gallardo, al que no se le reconoce ninguna competencia en el Gobierno de Castilla y León, salvo la de insultar al diputado Francisco Igea, llamándole imbécil, faltar el respeto a una diputada discapacitada o negar como ha hecho  en su último tuit, la violencia de género, nada más conocerse la muerte de una mujer a manos de su pareja, deberían ser motivos más que suficientes para que el presidente Fernández Mañueco cesara a su vicepresidente. Y si no lo hace él, tendría que hacerlo el presidente del PP, Núñez Feijóo.

No se puede estar en política para insultar.

Este señor es reincidente y su comportamiento es impropio de lo que debe ser el debate parlamentario, donde las diferencias ideológicas se rebaten con argumentos, pero no mediante el insulto.

Si el cese del vicepresidente García -Gallardo va a suponer que el acuerdo de coalición con Vox se rompa, y, por tanto, haya que ir a nuevas elecciones, salvo que otro grupo parlamentario le dé su apoyo, algo improbable que ocurra,  el señor Fernández Mañueco debería sopesar, si quiere  aguantar cuatro años de legislatura al lado de su vicepresidente o si es preferible llamar de nuevo a los ciudadanos a las urnas.

Otra opción para evitar ir a nuevas elecciones sería que el PSOE apoyara el Gobierno de Fernández Mañueco, que fue  la lista más votada en las pasadas elecciones. Pero mucho me temo que todo quedará en nada hasta la próxima salida de tono del señor García-Gallardo.