Al líder del PP, Alberto Núñez Feijóo no le gusta Vox, de ahí que rehúya la foto que buscan todos los medios con Santiago Abascal.

Muchos se han echado las manos a la cabeza porque se haya producido esta reunión y acusan al líder del PP de blanquear a la extrema derecha. Yo creo que el error de esta reunión ha sido que fuera secreta.

Vox nos guste o no es la tercera fuerza política en el Parlamento español, con más de 3,5 millones de votos y lo más importante: tiene la llave de la Moncloa para el próximo gobierno.

Feijóo sabe perfectamente que si quiere gobernar va a necesitar los votos de Vox. Por tanto, cuanto antes lo reconozca, mejor.

A Núñez Feijóo le gustaría sacar una mayoría parlamentaria lo suficientemente holgada, como ocurrió en Andalucía, que no le hiciera falta depender de los votos de Vox. Pero esta posibilidad, según todas las encuestas de opinión, está muy lejos de la realidad, a no ser que se produzca un vuelco de votos de Ciudadanos y Vox al PP.

La crisis interna que se ha desatado en Vox, tras la marcha de Macarena Olona y la posibilidad de que forme un nuevo partido, le va a restar votos de cara a las próximas elecciones. El más beneficiado de esta crisis es, sin duda, el PP.

La reunión que han mantenido ambos líderes se inscribe dentro de lo que debería ser la normalidad democrática de cualquier país, donde las fuerzas políticas hablan entre sí.

No estamos acostumbrados a ver como algo normal que un dirigente político se reúna con el resto de fuerzas políticas. Sería bueno que Núñez Feijóo hablara también con ERC, Junts, Compromís, Bildu o el PNV.

Que el presidente del Gobierno y el líder del principal partido de la oposición no tengan una relación más fluida y apenas hablen, solo ha habido una reunión desde que Feijóo llegó a la presidencia del PP y ninguna en los años en los que Pablo Casado estuvo al frente del PP, aflora una mala relación personal entre ambos dirigentes que al final repercute en la política y en los ciudadanos.