La única manera que tiene el régimen comunista de Pionyang de hacerse oír en la esfera internacional es haciendo ostentación de su poderío militar, o lo que es lo mismo: lanzando mísiles. El último cruzó el cielo de Japón e hizo disparar las alarmas entre la población de Japón.

La respuesta a las maniobras militares conjuntas de Corea del Sur y EEUU ha sido el lanzamiento de nuevos misiles de corto alcance que han caído en el mar de Japón.

En plena expansión de amenazas nucleares, tras la invasión de Ucrania, Corea del Norte no quiere quedarse al margen de esta escalada atómica y no descarta realizar un ensayo nuclear en las próximas semanas para demostrar al mundo que es una potencia nuclear.

Kim Jong-un, que dirige el país con mano de hierro, ha lanzado en lo que llevamos de año más de 23 mísiles, como prueba de demostración de fuerza.

Pionyang sigue con su escalada militar, sin que los organismos internacionales hagan nada por evitarlo, más allá de las sanciones económicas que poco efecto han provocado en el régimen comunista más hermético del mundo.

Desde la visita del ex presidente de EEUU Donald Trump, la primera de un mandatario estadounidense a Corea del Norte, no ha habido ningún acercamiento que hagan pensar que la unificación de las dos coreas esté más cerca. Todo lo contrario.