Se equivocó el vicepresidente primero del Congreso de los Diputados Gómez de Celis expulsando a una diputada de Vox por llamar “filoetarras” a los socios del Gobierno. Si tanto les molesta el término que dejen de organizar actos de homenaje a los terroristas de ETA cuando salen de la cárcel.

Una decisión absolutamente arbitraria que no se ha tenido cuando desde las bancadas de la izquierda se ha llamado “fascistas” a los populares.

Un adjetivo muy recurrente por sus señorías para definir a todo aquel que no piensa como ellos. Parece que el Parlamento se ha dividido entre progresistas y fascistas.

Ayer mismo escuchábamos a la ministra de Igualdad Irene Montero acusar a los populares de “promover la cultura de la violación”, si bien esta vez la presidenta del Congreso Meritxell Batet la llamó al orden para que moderara su lenguaje y rebajara el tono, pero poco más.

Todo a cuenta de unas desafortunadas campañas de publicidad de la Comunidad de Madrid y la Xunta de Galicia sobre las agresiones sexuales que ponen el foco en las víctimas y no en los violadores.

Si se hubiera aplicado la misma vara de medir que se utilizó con la diputada de Vox, Batet tenía que haber expulsado del hemiciclo a la ministra de Igualdad. Pero no lo hizo. Y eso que sus palabras son tremendamente ofensivas hacia un partido que siempre ha luchado por la igualdad y los derechos de las mujeres.