El rifirrafe entre Inés Arrimadas y Edmundo Bal para ver quién de los dos lidera Ciudadanos es un debate estéril porque la formación naranja no va remontar en las encuestas ni en términos de votos porque haya un cambio en la dirección. La desaparición de Cs es evidente, más allá de quien esté al frente de la misma.

El problema fundamental de Ciudadanos es que es un partido que ya no ilusiona. Es un proyecto político que ha fracasado como tal porque sus dirigentes no supieron o no quisieron hacer un buen uso de la confianza que depositamos muchos electores en ese proyecto político de centro- liberal que tantas ilusiones había despertado para regenerar la vida política ante un bipartidismo caduco y obsoleto que repetía los mismos tics del pasado.

La victoria en Cataluña no sirvió de nada, pese a ser el partido más votado y ganar las elecciones. Inés Arrimadas prefirió hacer las maletas e irse a Madrid que quedarse y tratar de formar gobierno, aunque no tuviera la mayoría asegurada. Hoy Ciudadanos en Cataluña, como en el resto de España, es una fuerza residual, reducida a la más mínima expresión.

Los buenos resultados electorales que obtuvo la formación naranja liderada entonces por Albert Rivera tampoco supieron aprovecharlos para formar un gobierno de coalición con el PSOE, que hubiera dejado fuera a los independentistas.

Rivera prefirió mirar a su derecha para formar mayorías parlamentarias y finalmente ha sido absorbido por el PP.

El proyecto de refundación que quieren lanzar ahora sus dirigentes llega tarde, máxime cuando no se han asumido responsabilidades políticas por la debacle electoral.

En política como en la vida, el tren solo pasa una vez y hay que saber subirse a tiempo.