El año pasado por estas fechas llevábamos recogidos más de 280 litros de agua. Este año en el mismo periodo llevamos registrados 14 litros y las previsiones son poco halagüeñas de que llueva en los próximos días, incluso semanas. La situación empieza a ser realmente preocupante ante la falta de lluvias que podría poner en peligro la cosecha de muchos cultivos.

La sequía se ha convertido en el principal problema del campo español. Los agricultores que han sembrado cereal ya dan por perdida la cosecha, mientras los precios en las lonjas siguen a la baja.

No hay una correlación oferta/demanda que haga subir los precios. Es un mercado tremendamente especulativo que cotiza en los mercados internacionales y donde el agricultor es el último eslabón de la cadena cuando debería ser el primero porque es el que pone el trabajo y asume el riesgo.

El alza de los costes que han tenido que soportar los agricultores en insumos hace peligrar uno de los sectores básicos de nuestra economía productiva como es el sector primario.

Sigue sin cumplirse la ley de cadena alimentaria que prohíbe vender por debajo del precio de coste. Las diferencias entre el precio en origen que es el que percibe el agricultor y el precio de venta que paga el consumidor siguen siendo abismales, de tal manera que del trabajo del agricultor se benefician los intermediarios y las grandes cadenas de alimentación.

Hay agricultores que están vendiendo directamente sus productos sin pasar por los intermediarios, lo cual redunda en un mejor precio para el agricultor, pero también para el consumidor.

Las subidas exponenciales que han experimentado los productos fitosanitarios, los abonos, las semillas o el gasoil, el agricultor no puede repercutirlo en sus productos, como sí hacen las grandes cadenas de alimentación que repercuten inmediatamente en los precios las subidas que sufren.

Es evidente que del negocio del campo el que menos se beneficia es el agricultor que lo único que reclama son unos precios dignos.