Parece que al Gobierno de España solo le preocupan las dictaduras pasadas y no las presentes. Son muy valientes con los muertos, pero muy cobardes con los vivos. Socios del Gobierno, como IU han ido a Venezuela para estar presentes en la toma de posesión de Nicolás Maduro como presidente de Venezuela.
No caben ambigüedades a la hora de condenar todas las dictaduras y Venezuela es una dictadura. España no ha mandado representantes a la investidura de Nicolás Maduro, como tampoco lo han hecho el resto de países de la UE, sin embargo, el Gobierno de España sigue sin reconocer a Edmundo González como presidente electo de Venezuela, tras haber ganado las elecciones del pasado 28 de julio.
No hay dictaduras buenas y malas. Todas las dictaduras son por definición malas. El franquismo fue una dictadura, como lo es el régimen chavista. En ambos casos, hay que condenarlas.
Sánchez en su primer acto de conmemoración de la muerte de Franco advertía de los peligros de un régimen dictatorial, como fue el franquismo donde se conculcaron derechos fundamentales, no había partidos políticos ni elecciones, estaban prohibidas las manifestaciones y las reuniones, se encerraba a la oposición y no había libertad de prensa ni de opinión. Lo que está ocurriendo en Venezuela desde hace 25 años, primero con Hugo Chávez, y después con Nicolás Maduro, es el mismo Estado represor y policial que se dio durante 40 años en España. La diferencia es que mientras el Gobierno de España condena el franquismo sin paliativos, y organiza actos conmemorativos para festejar la muerte del dictador, no hace lo propio con otros regímenes autoritarios, donde asisten socios del Gobierno a la toma de posesión de dictadores.
Maduro después de perder las elecciones se ha coronado como presidente de Venezuela. Cometió entonces un fraude electoral, no reconociendo la victoria de la oposición y comete ahora un golpe de Estado, proclamándose presidente.
La oposición ha vuelto a salir a la calle con la líder María Corina Machado al frente de las protestas en un gesto de valentía que no han tenido otros líderes, como el ganador de las elecciones Edmundo González, que pese a anunciar que estaría el día de la toma de posesión de Maduro, no acudió como prometió. González tenía que haber asistido, acompañado de miembros de la delegación europea o de embajadores para evitar ser detenido.
La comunidad internacional no ha hecho nada, salvo anunciar nuevas sanciones económicas que no sirven de nada, cuando EEUU es el principal socio comercial de Venezuela junto a China. También Alemania y Japón están entre los principales importadores de petróleo.
De todas formas, quien paga las consecuencias de las sanciones económicas no son los dirigentes políticos que viven en la abundancia sino el pueblo. Y en este sentido, en Venezuela más de la mitad de la población vive en la miseria más absoluta. El salario medio no llega a los 3 dólares. Los supermercados están vacíos y no hay medicinas.
El Gobierno debería ser más valiente, condenando todas las dictaduras y reconociendo a Edmundo González como presidente electo de Venezuela y, desde luego, rompiendo las alianzas que mantiene con sus socios de Gobierno para quienes parece que solo ha existido la dictadura franquista y no ven lo que ocurre en un país amigo y hermano como Venezuela.