El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez se ha autoproclamado como el líder espiritual de Occidente para combatir el trumpismo en Europa, sin saber muy bien sus consecuencias, sobre todo, para nuestro país. Lástima que ese mismo empeño no lo pusiera igualmente para condenar la dictadura de Venezuela y erigirse en líder de las democracias en Latinoamérica.
La posición de Sánchez pone a España en una tesitura difícil porque EEUU es un socio preferente para muchas empresas españolas, donde las exportaciones representan el grueso de su facturación exterior.
Las relaciones entre España y EEUU, independientemente de quien sea el inquilino de la Casa Blanca, deben basarse en la colaboración y el respeto mutuo. En todo caso, la oposición a las políticas de Trump debería hacerse por parte del conjunto de la UE y no de un presidente en concreto.
Aunque las diferencias ideológicas entre Trump y Sánchez son evidentes, como lo son con el resto de líderes europeos, salvo Meloni y Orban, las relaciones diplomáticas y comerciales entre ambos países no deberían verse afectadas.
Al acto de toma de posesión del mandatario estadounidense asistió el líder de Vox, Santiago Abascal. Único partido, junto al resto de partidos de la extrema derecha europea, como Alternativa para Alemania (AfD) que ha celebrado su triunfo. Ni el presidente Sánchez ni el jefe del Estado fueron invitados a la investidura de Trump. Tampoco otros líderes europeos.
Si Donald Trump lleva adelante su política de aranceles, como ha amenazado durante toda la campaña electoral, tendría consecuencias muy negativas para la economía española. Gravar los productos españoles con un arancel tendría un efecto negativo sobre las empresas exportadoras españoles, donde EEUU es uno de los principales destinos.
El ultraproteccionismo de Trump para beneficiar a los productores y fabricantes americanos puede desatar una guerra comercial que lastrará todas las economías del continente. También de la economía americana, donde sus ciudadanos tendrán que pagar más caros los productos que consuman.
Los agricultores están especialmente preocupados porque ya vivieron esta situación con los aranceles a la aceituna negra. Arancel del 35% que sigue aplicándose, a pesar de que la OMC (Organización Mundial del Comercio) ha fallado en contra de Washington en la disputa comercial con la UE. Trump impuso este arancel en 2018 que ha mantenido durante toda su presidencia Joe Biden al considerar que la ayudas de la UE a los agricultores españoles ponían en desventaja a los estadounidenses.
España y sus agricultores sí que sufren competencia desleal por parte de terceros países que no cumplen con las normas fitosanitarias que obligan al resto de países de la UE.
Entre los principales productos que España exporta a EEUU se encuentran el vino y el aceite de oliva que podrían verse perjudicados notablemente, si Trump decide aplicarles aranceles.
A preguntas de un periodista español, Trump preguntó en tono irónico, si España estaba dentro de los países BRICS, que lo forman un grupo de países emergentes constituidos al margen del G7. El nuevo presidente de EEUU que tomó posesión del cargo este pasado lunes ha amenazado a estos países (India, Rusia, China y Sudáfrica) con aranceles a sus productos del 100%.
Sánchez hace un flaco favor a las empresas españolas porque la política exterior de un país y, especialmente con EEUU, no debe hacerse en términos ideológicos sino de colaboración, sobre todo en un mundo tan globalizado, para bien o para mal, como el que nos ha tocado vivir.