Para acabar con la guerra entre Rusia y Ucrania bastaba con que EEUU retirase la ayuda militara a Ucrania que ha resistido hasta ahora, gracias a la ayuda militar y económica de Occidente desde que se inició la invasión de su territorio. Y eso es, precisamente, lo que va a hacer Donald Trump, como ya prometió durante la campaña electoral: cerrar el grifo. El último paquete de ayudas por valor de 6.000 millones de dólares llegó al final del mandato de Joe Biden ante el temor a un eventual triunfo de Donald Trump, como finalmente se produjo en las pasadas elecciones presidenciales.

Cuando están a punto de cumplirse tres años desde que Putin ordenó a sus tropas invadir Ucrania, el régimen de Kiev ha resistido estoicamente ante un ejército tan poderoso como el del Kremlin. Putin nunca pensó en encontrarse con tanta resistencia y menos aún con el apoyo de toda la comunidad internacional a Zelensky.

La agresión militar a un país soberano, como es Ucrania ha llevado al mayor conflicto militar desde la Segunda Guerra Mundial y ha generado la mayor crisis de refugiados con más de 7 millones de desplazados. La cifra de muertos no se sabe con exactitud.

Con Trump en la Casa Blanca y su cercanía al presidente Vladimir Putin, la anexión de los territorios ocupados por Rusia durante la guerra y el fin de la ayuda militar, abocan al régimen de Kiev a la rendición final y deja en manos de un tirano como Putin que continúe con su política expansionista hacia otros territorios, incluido países pertenecientes a la OTAN, como Polonia.

Si Ucrania pierde finalmente la guerra, los valores europeos, como la libertad y la democracia están en peligro.

La necesidad de una Europa fuerte y de un ejército propio que no mire únicamente a EEUU es más necesaria que nunca.

El mundo en manos de Donald Trump es mucho más inseguro y peligroso de lo que lo era antes. Estos días conocíamos la solución que baraja la administración americana para Gaza con la expulsión de millones de gazatíes de su territorio para convertirlo en un resort turístico o la política de deportaciones masivas que quiere llevar a cabo. Estas son solo algunas de sus peligrosas ocurrencias, la otra, en el terreno económico es llevar a Europa a una guerra comercial de consecuencias imprevisibles en las economías de los países y en el crecimiento económico, como es la política arancelaria de Donald Trump, que ya ha llegado al acero y al aluminio español con una arancel del 25%. No es descartable que los próximos productos sean el aceite, el queso y el vino. La UE debería responder con las mismas armas comerciales, gravando las importaciones de EEUU, como la almendra californiana. Ya está tardando la UE en reaccionar. Es el momento de que Europa actúe para defender sus valores ante la ofensiva geopolítica y económica lanzada por EE UU.