Primero fue Pablo Iglesias, después Iñigo Errejón y ahora le toca el turno a Juan Carlos Monedero a quien hace poco veíamos bailando en un acto de apoyo al dictador venezolano Nicolás Maduro, legitimando el fraude electoral. Son los mismos que el 8-M salían a la calle a defender la igualdad de las mujeres, envolviéndose en la bandera de un falso progresismo. Los mismos que llamaban fascistas a los jueces por aplicar la ley, que llegaron a la vida pública para regenerar la política y acabar con los privilegios de la casta. Los mismos que querían abolir el régimen del 78 que trajo a España la llegada de la democracia y un régimen de libertades que casi 50 años después todavía seguimos disfrutando. Su falso discurso de predicar una cosa y hacer justo la contraria, de erigirse en los defensores del feminismo han destapado finalmente las caretas de una absoluta hipocresía.
El ex de Podemos, Ramón Espinar, ahora metido a analista político en la Sexta en el programa de Núria Roca, que decía que el objetivo de la vivienda pública no es venderla, vendió a los pocos meses de comprarla, exactamente a los tres meses, una vivienda de protección oficial y se embolsó un beneficio de 30.000 euros.
Han utilizado el feminismo como arma política para dividir a la sociedad. Aprobaron de la mano del PSOE, una ley, como fue la ley del sí solo es sí que ha rebajado la pena y ha sacado de la cárcel a violadores y pederastas.
Las denuncias de acoso y agresiones sexuales sobre la cúpula de Podemos dejan a la formación morada muy tocada y al Gobierno, con otros de sus socios, Sumar, en una clara debilidad parlamentaria.
Ni Podemos ni Sumar han actuado con la misma diligencia y determinación que han exigido en otros casos cuando los investigados eran otros.